lunes, 31 de enero de 2011

AYER TE ESCRIBÍ UNA CARTA


Ayer tarde te escribí una carta llena de sentimientos sacados de lo mas profundo de mi corazón, pero no sé que pasó que cuando esta mañana la busqué en el ordenador para pasarla a papel no me apareció por ninguna parte, tal vez como me encontraba tan mal, pensé que la había guardado en memoria y no fue así. La verdad es que no sabía muy bien lo que hacía. Pasé toda la tare intentando distraerme pero no lo conseguí. Cuando nos separamos por la mañana me dijiste: piensa en mí, acuérdate de mí. Y creo que lo que realmente tengo que hacer es no acordarme tanto de ti, porque cada vez te echo mas en falta y si constantemente te tengo en mente más dura se me hace tu falta.
Llevo varios días depre, los días se me hacen muy largos y las tardes inacabables. No tengo ganas de hacer nada aunque me esfuerzo y hago cosas para que la depre no me gane la batalla, y, encima, me encuentro bastante mal con los dolores de espalda que espero cedan una vez pasados estos días húmedos.
Ayer te veía a mi lado lleno de deseo, tanto que me llegué a sentir un poco aturdida porque no podía corresponderte como tu querías. En ese momento no necesitaba hacer el amor contigo, tan solo deseaba tenerte cerca de mi, contar con tu presencia, tu apoyo, anhelaba tu compañía, esa que tan poco tengo, una caricia suave en la cara, un abrazo de comprensión, un hombro en el que apoyarme y llorar, no sabes lo que necesitaba llorar, llevo tanta angustia dentro, tanta soledad. Cuando me siento tan mal pienso que ya no me quieres como antes, que poco a poco te alejas de mí, cada vez nos vemos menos, nos hablamos menos... y echo mucho de menos aquellos primeros días, aquellas primeras semanas, aquellos primeros meses llenos de emoción, inquietud y deseo. Me siento un poco abandonada, paso demasiadas horas lejos de ti, no podemos llamarnos a casa, ni al trabajo, no podemos hablar en ningún sitio. Por eso a veces te contesto mal y me ves con mala cara, y después me siento doblemente mal por haberlo hecho ya que tu menos que nadie te lo mereces, tu que nunca me has dado un desplante ni has tenido una mala palabra para mi. Tienes que comprender que cuando me comporto así es porque no puedo mas, porque veo a todo el mundo contento y feliz y nosotros somos incapaces de serlo al completo. Siempre tenemos a alguien al lado y no podemos mostrarnos tal y como somos. No sabes como me gustaría poder mostrarme contigo, delante de todos, tal y como o siendo, hacerte un mimo, darte un beso, hacerte cosquillas, guiñarte un ojo, decirte una tontería o una picardía sin que llame la atención de los demás, como si fuera lo mas normal del mundo...
Cada vez, y no lo dudes ni un momento, te quiero mas, y por lo tanto te necesito mas, y no te tengo, y lo peor de todo es que nunca te tendré al completo. Ten por seguro, cariño mío, que siempre, pase lo que pase, te querré, igual que tu me dijiste ayer, y espero que disculpes mi comportamiento si algún día, que seguro que si te hago daño. No puedo evitarlo, voy acumulando presión hasta que un día exploto, y gracias a ello puedo seguir adelante y volver a empezar de nuevo una y otra vez. Se que siempre se le hace daño a la persona que mas quieres, y en este caso eres tu, pero... si no es contigo no puedo desahogarme con nadie.
Te echo mucho de menos y echo en falta todo lo que no tenemos y podríamos tener si tu quisieras. Me gustaría acurrucarme contigo en un sofá y ver la tele apoyada sobre tu hombro y que tu me rodearas con tu brazo y me cuidases, prepararte la cena y después irnos a dormir para despertarnos juntos a la mañana siguiente y prepararte el desayuno, y esperarte por la noche con un beso cuando volvieses de trabajar, con la cena hecha. Me gustaría cocinar para ti, lavarte la ropa, plancharte las camisas, ir contigo a pasear de la mano, sentarnos en un banco a pelar la pava como dos novios, sin pensar en quien nos ve o en el que dirán...
Te vuelvo a repetir que te quiero, te amo, te deseo, te necesito, te anhelo, aunque a veces no te lo parezca, ni te lo diga a menudo, y que esto no va a a cambiar nunca. Cuando hacemos el amor me transportas a otro mundo, un mundo lleno de cariño, ternura, y por otro lado emocionante y salvaje, que me llena de vida y me produces unas sensaciones que no se pueden explicar con palabras, eso ya lo sabes tu, me haces sentir la reina del mundo. Pero luego me quedo de nuevo sola, lejos de ti demasiado tiempo, y van pasando los días y cada vez me encuentro peor, y por eso necesito a veces de tu compañía, solo de tu compañía, de tu comprensión. No sabes como me gusta oír tu voz al otro lado del teléfono, aunque no pueda atenderte cuando estoy trabajando, pero solamente oírte decir tu clásico Hola, ¿qué tal? Me hace sentir mejor, me da ánimos porque entonces se que te has acordado de mi y que tu también me echas de menos. Me gustaría que esto se repitiera mas a menudo para confirmar que no te olvidas de mi.
Espero que comprendas que necesito mas tiempo para estar contigo, para hablar, contarnos cosas. Tengo muchas cosas que decirte y que preguntarte y espero que tengamos tiempo alguna vez para comunicarnos. No quiero que nuestra relación se limite a vernos una hora y media cada dos o tres semanas para hacernos el amor solamente, necesito una relación mas íntima en la que los dos nos podamos comunicar y hacernos compañía. Necesito un poco mas de ti, no quiero perderte.
He intentado decir, en esta carta, todo lo que ayer te escribí, espero no haber olvidado nada. Recuerda que te amo, cariño, te vuelvo a decir que te quiero mucho, que se que tu me quieres y que siempre nos querremos.

Marisa
1997
(De mis escritos "Cartas a un amor prohibido")

UN DÍA DE LLUVIA



En este momento me encuentro sola y desde una ventana contemplo el paisaje. Hoy es un día de lluvia típico del mes de Abril en el cual nos encontramos. No hace frío, tampoco viento fuerte, tan solo se aprecia una suave y agradable brisa.
El cielo se muestra de color gris ceniza, uniforme, sin nubes que destaquen en él. De vez en cuando se ilumina cortado por los brillantes relámpagos.
Oigo piar a los pájaros, unos cobijados bajo las tejas de los edificios colindantes, otros en los recovecos de la deteriorada fachada. Veo algunos huecos y emplumados por la humedad resguardados en una ventana, dan saltitos y se apretujan unos contra otros, de vez en cuando se sacuden con fuerza, no se si porque tienen frío o es que intentan quitarse el agua que les ha mojado el plumaje.
En este momento la lluvia es bastante intensa, golpea con fuerza contra el asfalto formando burbujas en el suelo que poco a poco se va llenando de charcos.
Tras la cortina de agua distingo algunos árboles, el agua les ha lavado las hojas y ahora se muestran diferentes, con unos tronos verdes mas intensos que contrastan con el color rojizo que ha adquirido la tierra mojada.
Las altas hierbas, las malvas, amapolas, anémonas y margaritas silvestres se doblegan y bajan sus cabezas ante el peso y la fuerza de la lluvia.
Un largo trueno se escucha en la lejanía y me obliga a mirar de nuevo hacia el cielo. Respiro hondo, cierro los ojos y pienso en ti.
Me gustan los días de lluvia, tienen un encanto especial.
Llega hasta mi un agradable aroma a tierra mojada, es un olor que despierta en mi sensaciones y sentimiento románticos pero también una ligera melancolía.
Sueño despierta y mi ilusión en este instante sería que estuvieras aquí conmigo.
Nos imagino en la terraza, semiacostados en una gran hamaca, yo con mi espalda apoyada sobre tu pechos y tu abrazándome, dándome cariñosamente besitos en el cuello y susurrándome al oído, como siempre esas maravilosas palabras de amor que con tanta ternura me sabes decir. Tapados con una suave y ligera mantita y contemplando el paisaje y la tormenta, escuchando el sonido relajante de la lluvia, inundándonos del afrodisiaco olor de la tierra húmeda y disfrutando a la vez de un café con leche calentito, acurrucados el uno contra el otro, sin prisas, relajadamente, no importándonos el resto del mundo y sin prestar, por una vez, la mínima atención al reloj que tiene la mala costumbre de devolvernos siempre a la realidad de nuestras vidas.
Me encanta que me quieras y mas el dejarme querer por ti. Sabes el efecto que causas en mi cuando me dices cuanto me amas y lo que me necesitas, y sobre todo mi corazón y mi alma se derriten de amor y de pasión cuando me llamas perla o princesa.
Espero anhelante nuestro próximo encuentro para poder besarte, abrazarte y decirte cuanto también te amo, cuanto te echo de menos y cuanto te necesito yo a ti.
En una ocasión te dije que daría con gusto la mitad de los años que me quedan de vida por vivir el resto de ellos junto a ti, y ten por seguro que además de que entonces te lo dije sinceramente, sigo hoy pensando lo mismo y nada ni nadie en este mundo hará cambiar ese deseo.


Marisa, 1997
De mis escritos ("Cartas a un amor prohibido).

LA DAMA DE ESPUMA Y NÁCAR

Sentirte cerca es experimentar una vorágine de sensaciones. Tu color, tu olor, tu tacto, tu frescor y a veces tu calidez despiertan sentimientos de admiración y deseo.
Da igual como te muestres, tranquilo, acogedor, juguetón, irascible o bravo, siempre mágico, hechicero y conquistador.
Eres el origen de la vida, sin ti nunca hubiéramos podido estar aquí.
El mar, aguas que esconden infinidad de misterios, tesoros fabulosos, civilizaciones perdidas. Embarcaciones sumergidas en tus profundas aguas guardan celosamente tus secretos. Escenario de enardecidas batallas durante todos los tiempos. Lecho de vida y de muerte. Inspiración constante de escritores, poetas y prosistas, de pintores y trovadores.
Todo un mundo de colores y lleno de vida se esconde bajo tus azuladas aguas. Arrecifes de preciado coral adornan tus profundidades. Peces de llamativas escamas y multitud de formas caprichosas, moluscos, crustáceos, caballitos de mar, estrellas, conviven en cierta armonía formando ese universo acuático y único que distrae con sus constantes piruetas al rey Neptuno.
Las gaviotas, albatros y cormoranes, entre otras aves sobrevuelan tu superficie haciéndote compañía y alimentándose de tu rica despensa. Cuando se sienten cansadas tu las acoges, las meces y reconfortas hasta que recuperan su energía y nuevamente pueden reemprender su vuelo.
Al atardecer los tritones bailan y las sirenas cantan con su coro de damas de espuma atrayendo al navegante solitario que surcas tus aguas buscando paz y descanso, transportándolo a tu mundo mágico.
Te contemplo y me gustas, paisaje misterioso y hermoso, inmenso, inigualable y por lo tanto único. Quien te ha contemplado una vez nunca será capaz de olvidarte.
A ciertas horas parees solitario y frío, pero no es así, pues siempre tienes compañía.
Uno de tus dos inseparables amigos, el sol, calienta tus aguas durante el día, haciéndolas apetecibles. Acalora mi piel y siento la necesidad incontrolable de sumergirme en tus aguas. Voy hacia ti y juegas conmigo una y otra vez. Primero me asustas con tu lengua de espuma fría lames mis pies y después te escapas. Doy un paso atrás pero tu vuelves a por mí, esta vez mas cálido. Intento acercarme más, adentrarme en tu líquido salado, me cuesta pues sigues jugueteando conmigo y cada vez que avanzo un poco tus olas de espuma me impiden el paso. Lucho contigo y por fin te gano la batalla, o me dejas ganar, entonces parece que me aceptas como un ser mas de tu reino.
Tus aguas me mecen y las damas de espuma me arrullan. Cierro los ojos, estiro los brazos y las piernas y con el sol acariciándome la cara me dejo llevar. Me inundas, me envuelves, me refrescas, me relajas... hasta que poco a poco cansado de mi presencia, travieso, me devuelves a la orilla otra vez, envuelta en espuma y vestida de arena y nácar.
El sol languidece al caer la tarde y tus aguas azules se tornan de un mágico y especial tono esmeralda que va oscureciéndose a medida que avanza el tiempo, hasta convertirse en un color indefinido pero no por ello menos hermoso, a veces te muestras verde, otras azul viejo y gris.
El fuego del son se va apagando en el horizonte y deja sobre el cielo las huellas de sus dorados dedos como queriéndose asir a él para no dejarlo marchar tan pronto, pero estás ya muy cansado para conseguirlo.
El cielo entonces como protesta enrojece de ira al ver que otro día más el sol le abandona, pero perdurará una aureola dorada y rosa hasta que la oscuridad de la noche lo apague por fin.
Tu otra amiga inseparable, la que te acompaña todas las noches, la dama de la noche, la luna, ilumina tus aguas con destellos de plata. Ahora te muestras cansado, tranquilo. Descansas del bullicio y el gentío de la mañana y de la tarde. En el silencio y la oscuridad de la noche las damas de espuma y nácar cantan con mas fuerza melodías de amor que tan solo aprecia algún romántico solitario y las parejas de enamorados que junto a la orilla se arrullan o pasean.
Es al anochecer cuando tus aguas a penas se distinguen en el negro horizonte, cuando los pescadores echan sus redes que con suerte y con tu beneplácito recogerán llenas. La luna, igual que a tí, les acompaña durante su trabajo a la vez que vela tu reposo.
El mar, la mar... nos atraes tanto que no nos importa mancharte con cremas, lociones, aceites e incluso a veces con "agüitas amarillas", corremos hacia ti sabiendo que nos acogerás en tus aguas, como si Neptuno emergiera sonriente e tus profundidades y abriera los brazos para estrecharnos amorosamente entre ellos, pero a veces, cosa natural, te muestras mas arisco y comprendemos por qué. Lleno de ira lanzas tus aguas con fuerza contra las rocas produciendo un gran estruendo y no mostrándote menos bello por ello, si no al revés, agresivo, hermoso, fuerte, poderoso, dominante, asustando a unos y maravillando a otros. lenguas bravas de mar que suplican respeto. Vertimos a tus aguas inmundicias, deshechos, petróleo e incluso grandes cantidades de productos químicos que matan a los seres mas queridos de tus profundidades, y después, cuando ya es tarde, intentamos remediar lo que ya no es remediable. Es lógico que te reveles en un intento desesperado de mostrarnos el daño que constantemente te hacemos.
Te tratamos mal y tu en cambio nos respondes con belleza, una bonita y original forma de protesta, de llamarnos la atención, y de decirnos: "¡Eh, cuidado!, que estoy aquí, no me hagáis daño que soy único y ambos nos necesitamos.
Y tienes razón, te necesitamos porque sin tus azules aguas saladas, tus abismos, tus sirenas y tritones, tus damas de espuma y nácar nada sería igual, si tu no existieras ¿con que íbamos a comparar la belleza?

Marisa 1998

PARA CARLOS, MI AMIGO DEL ALMA




GRACIAS POR TU AMISTAD



Te encontré una tarde mientras me encontraba perdida por los caminos tortuosos de mi laberinto, triste, desorientada, sin rumbo, y desde los recodos ocultos de mi alma te invité a escribir.
Y esa fue una historia de rosas y cantos, y tiernos mensajes de felicidad... Gracias, Carlos.

Marisa.

SIN TI



SIN TI

Porque me viste triste y callada
pensaste que ya no te quería,
y es que por tener que estar sin ti,
desgraciada y sola me sentía.

Porque me viste seria y airada
pensaste que ya no te amaba,
y es que por estar lejos de ti,
amor, tenía el alma destrozada.

¿Cómo pensaste que ya no te amaba?
¿Cómo pensaste que ya no te quería?
Si por estar, amor sin ti,
mi corazón de dolor se quebraba.

Ten presente, siempre, vida mía,
que te amo, y jamás dejarte podría.
Pues por tu ausencia, mi alma de pena se partía.
Cariño mio, sin tu presencia yo moriría.


Marisa. 1998

UNA MUJER BAJO LA LLUVIA



Un suave e insistente tintineo procedente de la ventana estimuló mis oídos sacándome sin piedad de mi apacible siesta. Abrí perezosamente los ojos una y otra vez, parpadeando con fuerza.
El chisporroteo se hacía mas intenso y monótono. Miré hacia la ventana, estaba lloviendo. La lluvia sobre los cristales se quebraba en múltiples gotitas de agua.
Arropado con unas livianas mantas de algodón, mi cuerpo se sintió protegido por el calor almacenado entre sus fibras. Tensé con fuerza los músculos de mi cuerpo y perezosamente me incorporé. Me senté en la orilla de la cama y permanecí unos instantes en esta postura. Con indolencia amasé y peiné mis desordenados cabellos con los dedos.
El agua resbalaba por los cristales mientras seguía lloviendo, ahora mas intensamente.
Con parsimonia, me levanté, me acerqué a la ventana al tiempo que ordenaba e introducía los flecos de la camisa bajo mis pantalones. Limpié con mis manos los cristales empañados por el vaho originado en el interior de la habitación. Desde la óptica de mi ático se podía ver el parque. Las ramas de los árboles aparecían desnudas de las hojas caídas por la constante acción devastadora del viento y la lluvia otoñales.
Allá en la lejanía y confundida con los árboles, una minúscula figura protegida por un paraguas llamó mi atención. Caminaba despacio, sin prisa bajo la lluvia.
Estimulado por la presencia de aquella diminuta figura, acerqué mi frente y mi cara al cristal. Durante unos segundos la seguí con la mirada, mientras se ocultaba por entre los árboles y volvía de nuevo a aparecer.
El vapor del agua, que contenía el aire exhalado por mi boca empañó de nuevo el cristal. Pasé la mano con avidez y retiré el vaho, pero la figura había desaparecido de mi campo visual.
Permanecí quieto escrutando la zona por donde la había visto por última vez, esperando verla aparecer de nuevo, pero fue todo en vano. Por un momento me sentí víctima de un juego caprichoso de aquella enigmática figura.
Con resignación mal contenida dí una palmada en el alféizar de la ventana. Reflexioné unos instantes y sin mas preámbulos me acabé de vestir, me calé las botas y tomé el paraguas.
De escalón en escalón hice el recorrido desde el ático a la calle de una forma maquinal absorto en aquella figura. Crucé la calle y tomé rumbo al parque. El aire fresco y la humedad de la lluvia refrescaron mi cara. El pavimento estaba salpicado de hojas mustias y descoloridas que se convertían en pequeñas trampas para el transeúnte, cuando cubrían el agua de algún que otro socavón. El golpeteo de la lluvia sobre el pavimento, sobre las hojas y sobre los someros charcos, rompían el silencio.
Con decisión, no exenta de cierto nerviosismo, penetré en el parque e inicié la búsqueda. Controlando los pasos, aunque no la mirada, empecé a recorrer las sendas y caminos en busca de aquella mujer. Cubierta la cabeza con el paraguas, mas por ocultar mi intención de escrutar que de protegerme de la lluvia que caía, fui escudriñando tras los árboles, los rincones y recovecos del parque.
La lluvia arreció y la brisa se intensificó dando paso a un viento mas fuerte. Las hojas de los árboles, amontonadas bajo los mismos, se levantaban formando remolinos yendo a ocupar otros espacios. Una racha de viento agitó mi paraguas y las varillas se sintieron impotentes para mantener su estructura haciéndolo inservible.
Desprotegido, inicié una rápida carrera hacia un cobijo que formaban unas enredaderas enrolladas sobre la estructura metálica de unos hierros.
Tan solo preocupado en no pisar ningún charco, entré precipitadamente en el túnel vegetal y... ante mi sorpresa y desconcierto, en el otro extremo del túnel, a unos pocos pasos, estaba aquella mujer. Cubría su cabeza y su cuerpo del agua, que se filtraba a través de las hojas de la enramada, con su paraguas.
Sobresaltada y sorprendida por mi llegada un tanto impetuosa, giró sobre sus pies y con una sonrisa, que mas bien parecía una mueca, aceptó mis torpes y atolondradas excusas. Después volvió a darme la espalda.
La observé, se la veía triste, absorta en sus pensamientos, daba la impresión de estar muy lejos, en otra dimensión.
El viento se volvió huracanado, el agua nos venía de todas las direcciones. Intenté entablar conversación con ella, me acerqué.
-Sería conveniente resguardarnos en otro lugar, aquí además de calarnos, nos vamos a quedar helados.
Me miró. Tenía unos preciosos ojos verdes, pero mostraban una expresión ausente y perdida. Eran unos ojos que me miraban pero no me veían.
Como no respondía y permanecía como hipnotizada, con su mirada fija en mi, coloque mi mano frente a su cara y la agité diciendo:
-¡Hola! Estoy aquí.
Pareció despertar de un sueño. Reaccionó y movió su cabeza como si quisiera apartar de ella sus pensamientos.
- Perdone, no estaba atenta. ¿Decía usted algo?
- Vaya, parece que ya está de vuelta en la tierra. Le decía que deberíamos resguardarnos de esta lluvia en otro lugar, este ya no es práctico, nos estamos calando hasta los huesos y vamos a coger un resfriado.
-Tiene usted razón. He debido de estar muy grosera, ¿verdad?. Usted hablando y yo sin prestarle atención, le ruego que me disculpe.
Le dije que no tenía importancia. Me moría de ganas de saber como se llamaba, quien era, donde vivía... La única manera fácil que vi de que ella me dijese su nombre era presentarme yo, así que le tendí la mano y le dije:
- Me llamo Ricardo.
Ella me alargó su blanca mano.
- Encantada de conocerle, Ricardo.
Me quedé atónito. Aquella enigmática y bella mujer no me dijo su nombre. Reaccioné y le pregunté si le apetecía tomar un café calentito. Ella pareció dudar unos instantes, pero al final me contestó:
- ¿por qué no?
Me sorprendió que aceptase mi invitación. Hacía unos momentos no me prestaba la mínima atención y en cambio ahora estaba dispuesta a aceptar la invitación de un extraño.
En una papelera situada a la salida del túnel tiré mi roto paraguas, y cobijado bajo el de ella salimos en dirección a una cafetería cercana.
Nos sentamos en una mesa que quedaba libre en un rincón. Yo pedí un cortado con sacarina. Ella estaba indecisa, al final se decidió y pidió un chocolate con nata y churros.
Mientras esperábamos que nos sirvieran quise hacerme el gracioso diciéndole que tenía una bonita y esbelta figura para comer tanto.
- Es que cuando estoy deprimida como mucho. -me contestó.
No quise indagar mas. El camarero nos trajo lo que habíamos pedido. Nunca había visto a nadie comerse un chocolate con churros tan a gusto como a aquella mujer.
Poco a poco fuimos perdiendo la timidez y entablamos una amigable conversación. Yo evitaba hacerle preguntas, aunque me intrigaba saber el por que estaba paseando sola por el parque con el mal tiempo que hacía, y sobre todo quien era, como se llamaba...
Le hablé de mi, le conté que trabajaba en un hospital. Ella me dijo que tenía mucha suerte por tener un trabajo fijo y sobre todo que me gustase realizarlo. Me confesó que ella también se había dedicado a la sanidad, pero que ahora se encontraba en paro.
Seguí hablando y hablando, ella me escuchaba pacientemente. Le hablé de mi situación, yo llevaba un año y medio viviendo en esta ciudad, la cual me gustaba mucho. Mi trabajo me llenaba de satisfacción, pues el ayudar a las personas que te necesitan es una labor, para mi, muy gratificante. Me llevaba bien con los compañeros de trabajo y también con los vecinos, pero había momentos en los que añoraba mi tierra natal y a mi familia, y me sentía solo y deprimido.
- Por lo menos tienes familia, aunque se encuentre lejos...
¡Me había tuteado!. El hielo estaba rompiéndose.
La expresión de su rostro cambió volviéndose triste de nuevo. Las lágrimas acudieron a sus ojos y los inundaron. Con sus dedos temblorosos intentó secarse las lágrimas que empezaban a resbalar por sus mejillas. Como intuí que no llevaba pañuelo le ofrecí el mio.
Se disculpó con un " lo siento, no he podido evitarlo. Me encuentro tan mal... Estoy pasando por una situación lamentable que me está quitando la vida poco a poco"
Me ofrecí para escucharla y ayudarla en lo que estuviera en mi mano.
- Muchas gracias. -me contestó- Pero en realidad eres un extraño, no te conozco... No se como podrías ayudarme.
- A veces simplemente con hablar y que te escuchen es suficiente.
- Tienes razón. Tal vez sea para mi mas fácil contarle mis penas y problemas a una persona con quien no tenga ninguna relación, a quien tan apenas conozca.
La animé para que lo hiciera.
La cafetería estaba abarrotada. Afuera seguía lloviendo. La invité a que me acompañara a un sitio mas tranquilo, en el cual pudiéramos hablar relajadamente. Le ofrecí mi casa, estaba a cuatro pasos, en la misma acera. Ella pareció dudar de nuevo. Pero de pronto soltó un ¡Diablos! ¿por que no?, ¡vamos!
Salimos de la cafetería en dirección a mi casa. Abrí el portal y le cedí el paso. Yo acostumbraba a bajar y subir andando pero en esta ocasión llamé al ascensor, pues no me parecía bien hacerla subir a pie hasta la última planta. Antes de entrar en mi piso le advertí que disculpara si lo encontraba desordenado, ella me contestó que no me preocupara por eso. Abrí la puerta, encendí la luz y entramos en mi humilde ático.
Ella se acerco a la ventana y elogió el panorama que desde ella se veía.
- Desde aquí tienes unas vistas estupendas. ¡Que bonito está el parque en otoño! ¿verdad?
Me acerqué a ella y también miré a través del cristal mojado.
-Sí, está precioso en primavera y en otoño. Sabes... hace un rato, desde aquí mismo, te he visto pasear por él. Me has llamado tanto la atención... parecías como perdida... No he podido resistir un extraño impulso que me ha arrastrado hacia ti. El por que no lo sé no tengo explicación alguna para ello. No se... tal vez es que estábamos destinados a conocernos...
Se volvió hacia mi y directamente me soltó:
- No estarás intentando ligar conmigo, ¿verdad?
- Nada mas lejos de mi intención. -la tranquilicé.
La invité a que se quitara la gabardina y tomara asiento en el sofá. Ella accedió. Le ofrecí un café o una copa.
- Tengo un estupendo brandy por algún lado. ¿te apetece una copa?
Ella dijo que si, así que busqué la botella en uno de los armarios de la cocina y serví dos copas.
Hablamos relajadamente de muchas cosas, de nuestros gustos musicales, de literatura, de pintura, de cine... A los dos nos gustaba la música clásica. Le pregunté si le apetecía escuchar alguno de mis discos. Ella me pidió algún tema de piano. Me acerqué al equipo de música, busqué el último compact que había comprado. Era exactamente lo que necesitábamos los dos "Après de la pluie satie". Comenzó a sonar sutilmente. Era una música suave, tierna y maravillosa, digna de un día de lluvia.
-Esto hay que escucharlo tranquilamente y con poca luz. -Le dije encendiendo una lamparita pequeña situada en una mesita cercana. Apagué la luz del techo.
-¿De verdad que no quieres ligar conmigo?. -Me volvió a preguntar, esta vez sonriendo.
Tenía una sonrisa maravillosa.
-No, quédate tranquila. -Le dije sentándome cerca de ella en un sillón. -Cierra los ojos y escucha.
Ella siguió mi consejo. Durante toda una pieza mantuvo sus ojos cerrados, tiempo que aproveché yo para observarla en silencio. Era una mujer atractiva, rondaría los treinta y cinco, y por lo que le había oído halar era tierna y sensible.
-¡Es sensacional!. -me comentó cuando de nuevo abrió sus verdes ojos.
Rellenamos nuestras copas con un poco mas de brandy. Esta vez me senté al otro extremo del sofá. Me recliné un poco en el y la miré. Ella notó mi mirada y dirigió la suya hacia mi.Nos contemplamos unos segundos en silencio, hasta que yo me decidí a hablar.
-Y bien, ¿vas a contármelo?
-No se como comenzar, es tan difícil para mi hablar de ello...
-Tu comienza y verás como poco a poco te va resultando mas fácil. -La animé.
Comenzó por fin a hablar. Ella no tenía familia, sus padres murieron en un accidente de tráfico hacía cuatro años, tampoco tenía hermanos.
-De muy joven dejé mi pueblo y me vine aquí a trabajar, encontré, trabajo enseguida, una sustitución por una excedencia indefinida en un ambulatorio de la seguridad Social. Todo me iba muy bien. Llevaba trabajando dos años cuando conocí a la persona con quien todavía hoy comparto mi vida. Se llama Raúl, es fotógrafo. Cuando lo conocí me pareció la persona mas maravillosa del mundo. Enseguida nos planteamos la posibilidad de vivir juntos y así lo hicimos. era tan grande nuestro amor que no os pareció necesario el acreditar nuestra unión con esos papeles insignificantes que te dan después de una boda, así que sin pensárnoslo tan apenas nos fuimos a vivir juntos a su casa.
Hizo una pausa para tomar un sorbo de su copa. No quise interrumpir su silencio.
-Los primeros dos años fueron maravillosos. Me pidió que dejara mi trabajo, y yo así lo hice. Era tan grande mi amor hacia el que vi así la posibilidad de dedicarme por entero, en cuerpo y alma a el, a cuidarlo, mimarlo y a hacerle totalmente feliz. Al poco tiempo tuvimos nuestro primer mal momento. Fue cuando yo me quedé embarazada y con gran alegría por mi parte le comuniqué mi estado. Lo que para mi era maravilloso para el fue un golpe duro, no entraba en sus planes tener un hijo en aquel momento, su negocio estaba atravesando un mal momento y no veía oportuna la llegada de aquel niño, así que me pidió que abortara. Yo lo quería tanto que era incapaz de negarle nada de lo que me pedía. Me convencí a mi misma de que el tenía razón, que no era el momento oportuno, de que yo era joven y tenía mucho tiempo por delante para tener mas hijos, así que le hice caso y aborté.
Guardó silencio, pues su voz temblaba igual que sus manos. Se acercó la copa los labio y dio un gran trago, luego me miró.Yo no supe decirle nada. Se adivinaba que lamentaba el haber accedido a a aquella petición egoísta. Le dolía el haber procedido de aquella manera.
-Si no hubiera hecho caso a Raúl, ahora por lo menos tendría un hijo con quien compartir mi vida. El me hubiera dado la fuerza necesaria para seguir viviendo.Hubiera luchado por el con todas mis fuerzas.
Supuse entonces que ahora se encontraba sola, que la relación con su pareja o estaba muy mal o había terminado. No obstante no quise preguntarle nada, la dejé continuar.
-Hace año y medio, comencé a notar a Raúl extraño, a veces ausente ypoco cariñoso conmigo. Yo tenía una íntima amiga, Elena, a la que le contaba mis penas y la que parecía comprenderme muy bien.Una noche que Raúl había tenido que salir a hacer un repoertaje de boda, se presentó en mi casa una vecina, había salido a cenar fuera y había visto a Raúl en el restaurante en plan muy cariñoso con mi amiga.
-Y, claro, le faltó el tiempo para ir a contártelo.
Ella asintió con la cabeza.
-Pensé que me moría en aquel mismo instante.Era como si el corazón se me hubiera partido en mis pedazos. Lloré amargamente durante muchas horas. Esperé despierta a Raúl hasta que de madrugada volvió a casa. Le pedí explicaciones. Su contestación me dejó helada,sí, era cierto, y no tuvo ni la delicadeza de mentirme para no hacerme daño. En aquellos momentos hubiera aceptado una mentira antes quye aquella dolorosa realidad. Me hubiera dejado engañar. ¡Que triste! ¿no?. me dijo que la quería, que lo pasaba muy bien con ella, que a mi también me quería y no estaba dispuesto a prescindir de ninguna de las dos.
-¿Y tu seguiste a su lado después de aquello?
-Si. Yo le seguía queriendo. Me eche la culpa de aquyella situación. Lo que había ocurrido debía ser porque yo no habia sabido hacerle feliz, porque no le había dado todo el cariño que el necesitaba.
-¿Como puedes decir eso? Por lo que me has contado tu le diste mucho mas de lo que se merecía. Una persona así no es digna de tener tu cariño. Es un ser egoísta y cruel.
-Yo traté de hacerle olvidar a Elena, pocuré volcarme mas en su persona, vivir exclusivamente para el, todo fue en vano.
-¿Como pudiste vivir con una persona que en ralidad no te quería?
-El me repetía constantemente que me quería. Pasaba mucho tiempo con Elena pero al final del día volvia a casa conmigo. Yo albergaba la esperanza de que un día aquella situación terminara, que se diera cuenta de que en ralidad a la que quería de verdad era a mi, de que me necesitaba.
No podía comprender como aquella dulce mujer había renunciado a su propia felicidad por la de un ser tan vil como aquel hombre. Me extrañaba como a ella le parecía normal una situación que a mi me parecía absurda e intolerable. Era una mujer resignada y anulada totalmente, muerta en vida. Yo no podía consentir que alquien tan angelical siguiera malviviendo de aquel modo. Me propuse ayudarla cuanto pudiera.
-Lo malo es que aquella situación se prolongó hasta ahora. Sigo viviendo con el. El sigue su doble vida. Yo me estoy consumiento poco a poco, ya casi no tengo fuerzas ni ganas de seguir adelante. Se que no debo tolerar mas esta situación, pero es que no tengo nada... -Me miró con angustia- Y todavía no sabes lo peor. Elena está embarazada, va a darle ese hijo que yo tanto anhelaba y tanto he llorado, y el ahora parece contento con la llegada de este niño. Creo que en cualquier momento me pedirá que me vaya de casa.
-¡Es absurdo! ¡No puedes seguir al lado de ese mostruo! Convencete de una vez por todas de que el no te quiere, y dudo mucho que te haya querido alguna vez. A nadie se le puede amor y maltratar psicologicamente como el lo hace contigo, mintiéndote y diciéndote que te ama. El no se ama mas que a si mismo, el se siente el centro del mundo y todos tienen que girar a su alrededor, complaciendole en todo. ¡Ya solo me falta que me digas que tambieén te pegaba!
Ella me miró tristemente.
-Solamente lo hizo en una ocasión y yo tuve la culpa. -Era insólito, todavía lo defendía.
-¡No! Seguro que no. No se por que te echas la culpa de todo. El te ha hecho sentirte culpable de todo. ¡Que cómodo para el! Así el puede hacer lo que quiera, como quiera, cuando quiera y con qien quiera. Y encima seguro que piensas que le amas...
Ella asintió de nuevo con la cabeza, después ocultó el rostro con sus manos y lloró.
-Ten por seguro que lo que tu piensas que es amor, es solo una terrible dependencia, y miedo a estar sola.
-Pero es que no tengo nada. No tengo a nadie, realmente estoy sola. No tengo amigas, ni trabajo, ni familia, ni casa.... nada ¡No tengo nada! -Casi me gritó.
-¡Que no tienes nada...! tienes lo mas importante.... la vida. -le increpé.
Los dos nos mantuvimos en silencio. La música seguía sonando, con sus notas nos calmó un poco.
-Siento haberte gritado. -Se disculpó- Tu no tienes culpa de nada. eres un hombre bueno y amable que ha escuchado mis miserias con mucha paciencia. Me ha ayudado mucho el hablar contigo. Es raro como he podido contarte tantas cosas a tí, a una persona que no conozco de nada...
-Ahora ya me conoces un poco. Yo también te he contado parte de mi vida. Quisiera que amntuviéramos contacto a partir de ahora, que me vieras como a un amigo en quien confiar y al que le puedas contar todo lo que te ocurre, que me hagas participe de tus temores, lo que piensas... Si tu quieres yo te ayudaré, como has podido comprobar se escuchar, y trataré de darte mi opinión y mi consejo cuando lo necesites y me lo pidas... aunque luego si tu lo decides así no lo sigas.
-¿Sabes?, esta tarde cuando tu me has visto caminando por el parque, venía de la iglesia. Había estado pidiendole a Dios que me ayudara a encontrar una salida, que me mostrase una luz que alumbrase esta oscuridad en la que me veo inmersa. Tal vez esa luz seas tu. -Me dijo mirándome esperanzada.
-No se por que me llamaste tanto la atención. Desde aquí te veía pequeñita, no sabía si eras alta, baja, joven o mayor. Solo se que parecías un perrito desorientado y perdido bajo la lluvia.
-Si, y tu bajaste a recogerme. De verdad que el deshaogarme me ha sentado muy bien, ahora creo que veo las cosas con mas claridad. Sabía lo que debía hacer y en realidad tengo que hacerlo y lo haré, pero es tan duro que trataba de engañarme a mi misma.
-A veces hay que tomar decisiones drásticas para atajar los problemas. Nunca debería darse la situación que nos obliga a tomar estas decisiones, pero la vida es así, y tenemos que capear el temporal como viene. Todos tenemos derecho a ser felices, a vivir dignamente y a que os respeten. Nadie tiene que obligarnos a hacer lo que no deseamos, nadie tiene derecho tampoco a causarnos daño o a hacernos infelices, a vejarnos ni a maltratarnos.
-¿Por que no te habré encontrado antes? -Se lamentó- Hubiera podido salir antes de este poco oscuro en el que me encontraba. Me hubiera evitado tanto suffrimiento... ¡Me has ayudado tanto!
Su expresión demostraba su agradecimiento. Su rostro había cambiado, en sus ojos se veía un brillo de esperanza.
La noche había llegado sin nosotros darnos cuenta. Afuera seguía lloviendo, de vez en cuando el negro cielo se iluminaba cortado por un relámpago. Los truenos sonaban cada vez mas tenues, la tormenta se estaba alejando. La musica cesó. Me di cuenta de que era tarde, le ofrecí algo de cena pero ella me dijo que no tenía hambre, pero que aceptaría gustosa un café con leche calentito, así que fui a la cocina a prepararlo. Desde la salita me preguntó como se ponía en marcha el reproductor de música.
-Presiona el botón rojo de la derecha, se pondrá en marcha solo.
A mis oídos llegó de nuevo el sonido de aquella maravillosa música.
-Bien, ya está. Espero que no esté demasiado caliente. -Dije dejando la bandeja con el café con leche sobre la mesita.
-No te preocupes, estará perfecto.
Yo le añadí al mio unas gotas de brandy. Sentados en el sofá de nuevo, ambos nos tomamos tranquilamente nuestros cafecitos. Estuvimos en silencio un buen rato, disfrutando de la paz que nos transmitía aquella música. De pronto ella me miró y me dijo:
-¿Puedo pedirte algo?
-Lo que tu quieras. Si está en mi mano lo tienes concedido.
-Pero es que tal vez te parezca raro. -Me advirtió.
-No te preocupes y dime.
-¿Puedes abrazarme?
Verdaderamente me sorprendió, aunque en seguida comprendí que lo que necesitaba era sentirse protegida, arropada, notar que alguien la cuidaba y se preocupaba por ella.
-Ven aquí. -Le dije abriendo los brazos.
Ella se descalzó para no manchar el sofá y se acurrucó entre ellos.
-He tenido mucha suerte al conocerte. -Me dijo apoyando su cabeza sobre mi pecho- Has sido como un soplo de aire fresco que ha venido a despejar mi mente. Tenía la cabeza hecha un lío. Me sentía incapaz de pensar mas. Ya no tenía ganas de seguir luchando. Tal vez incluso hubiera cometido alguna tontería. Ahora no se como voy a arrelármelas para sobrevivir, de momento tengo que dejar a Raúl, pero es que no tengo trabajo, no se de que voy a vivir, no tengo familia, solo me queda una tia en el pueblo y hace mil años que no la veo. Tampoco tengo un sitio donde cobijarme...
-Puedes venir a vivir aquí, si quieres, hasta que soluciones tu situación y encuentres un tabajo que te permita vivir aceptablemente. Tienes mi casa a tu disposición cuanto tiempo la necesites, no es muy grande pero lo suficiente para dos personas.
-¿Me lo dices de verdad? -Me preguntó asombrada.
-Totalmente, algo así no se ofrece solo por quedar bien. Además tendrás que organizar un poco tu vida, te ayudaré en todo lo que pueda.... tendrás que apuntarte al paro... yo te acompañaré.
-¡Eres un encanto! Lo pensaré, pero lo haré mañana, estoy tan cansada...
-Cierra los ojos y relajate. Quedate tranquila yo cuidaré de ti.
Me hizo caso y cerró los ojos. Pronto su respiración se hizo mas profunda. Se quedó dormida entre mis brazos. La contemplé, tenía entre mis brazos a una mujer herida y desvalida, que pedía a gritos que la quisieran. La observé detenidamente, aparté un mechón de pelo que le caía sobre la frente.Acaricié su cara. No pude resistirme y rocé con mis labios sus párpados. Después deposité un beso en sus sugerente labios, estaban tibios. Me mantuve quiero, en la misma posición larga rato, parecía encontrarse tan bien que no quise perturbar su descanso. Era ya de madrugada cuando comprendí que no podía pasarme el resto de la noche enaquella posición, también yo tenía que descansar, así que con toda la suavidad que pude, pasé uno de mis brazos por debajo de sus piernas y con ella en brazos me levánté del sofá, apenas pesaba... era tan pequeñita... tan frágil... La llevé hasta mi cama y con toda la delicadeza que me fue posible la deposité sobre la colcha, después la cubrí con una manta. De pie junto a la cama la contemplé de nuevo, tenía cara de ángel. Cansado me tumbé sobre el sofá intentando descansar. Pronto me quedé dormido. Me desperté tarde, la luz del sol entraba por la ventana, de la tormenta del dia anterior solamente quedaban algunos charcos. El tiempo había cambiado. Me acerqué hasta mi cama. Ella no estaba.
-¡Vaya! Se ha marchado sin decirme adiós. Hemos pasado muchas horas juntos y ni siquiera se como se llama... -Me lamenté. Apesadumbrado, pues dudaba que la volvería a ver, fui al baño, necesitaba una ducha. Al entrar reparé en el espejo que está sobre el lavabo. En el había un mensaje escrito con lápiz de ojos:
-"Me da pena despertarte. Muchas gracias por todo. He de soluciojar mi vida. Ahora tengo fuerzas para hacerlo. He tomado nota de tu número de telefono. Te llamaré y si todavía está en pie tu oferta, tal vez acepte. ¡Ah! por cierto, me llamo Alba".
¡Alba! se llamaba Alba. No podía tener otro nombre. Era el ideal para una mujer tan preciosa como ella. Me sentí ilusionado y satisfecho por haber contribuido a volver a la vida a aquella mujer que se merecía ser la mas feliz del mundo. Sonreí porque por fin sabía su nombre y supe en ese momento que muy pronto la volvería a ver .

MARISA 1997.

SI FUERA...



Si fuera un mes sería Septiembre.
Si fuera estación del año sería verano.
Si fuera un día sería el 16 de Septiembre, el día de mi nacimiento.
Si fuera un momento del día sería la tarde-noche.
Si fuera un planeta sería uno todavía por descubrir que es mas emocionante.
Si fuera un animal de cuatro patas sería un perrito faldero y pequeñito.
Si fuera un ave sería un colibrí.
Si fuera un pez sería un neón.
Si fuera un reptil sería una salamandra.
Si fuera un insecto sería una mariquita, los demás me dan fobia.
Si fuera un mueble sería una mecedora.
Si fuera un líquido sería un buen vino tinto.
Si fuera un instrumento musical sería un piano.
Si fuera una verdura sería un tomate rojo y hermoso, de los que de verdad saben a tomate.
Si fuera un elemento sería el viento, para poder volar a donde quisiera.
Si fuera una canción sería ELLA que dice: "hoy vas a descubrir que el mundo es solo para ti, hoy vas a ser feliz aunque el invierno sea frio y sea largo..." y que la canta Bebe.
Si fuera una comida sería una mariscada.
Si fuera un perfume sería J'ádore de Christian Dior o Ultraviolet de Paco Rabane, no lo tengo muy claro.
Si fuera una piedra preciosa sería un azabache.
Si fuera un vicio sería la gula, sin ninguna duda, me gusta comer bien.
Si fuera un coche sería un todo terreno.
Si fuera un medio de transporte sería un tranvía.
Si fuera un dolor sería... ¡yo que sé! a poder ser ninguno porque ya tengo yo bastantes.
Si fuera un cereal sería el maíz con su inconfundible aroma cuando está recién regado.
Si fuera un objeto sería un ordenador, o una maquina de escribir.
Si fuera un personaje de ficción sería Rosa Gascón, la protagonista de mi novela Verano de 1906.
Si fuera un número sería el 8, que no se por que me gusta mucho.
Si fuera una figura geométrica sería una esfera.
Si fuera un país sería España.
Si fuera una ciudad sería cualquiera que tuviera costa marítima.
Si fuera una parte del cuerpo sería un corazón.
Si fuera un idioma sería el francés, que me parece muy sensual.
Si fuera un árbol sería un haya, robusta y con muchas raíces retorcidas.
Si fuera un postre sería una trufa de chocolate.
Si fuera una fruta sería una chirimoya.
Si fuera un cuadro sería los lirios de Van Gogh.
Si fuera una flor sería un lirio azul o una azucena blanca.
Si fuera un color sería cualquier rojo, sangre, ciclamen, burdeos, granate, da igual.
Si fuera un libro sería El señor de los anillos.
Si fuera una película sería Tomates verdes fritos.
Si fuera una prenda de vestir sería un pantalón de pana.
Si fuera un olor sería el que desprende la tierra mojada por la lluvia en una tarde de otoño.
Si fuera un sentimiento, sin ninguna duda sería el amor.

Marisa.

UNA RÁFAGA DE AIRE FRESCO CON OLOR A JAZMÍN


********** ********** I ********** **********

Aquella mañana madrugó. Se aseó y se vistió deprisa. Bajó las escaleras canturreado. Cuando llegó al comedor alguien había madrugado mas que ella.
-Buenos días, Ana. -Dijo con voz alegre.
-¿A dónde vas tan temprano? Sabes que debes descansar mas, el doctor dice que...
-No me riñas,Ana, ya lo sé, pero es que hoy me siento llena de vitalidad. -Dijo aspirando profundamente todo el aire que le cupo en sus pulmones.
-Bien, ya eres mayorcita para saber lo que tienes que hacer, pero deberías cuidarte mas.
La miró, verdaderamente aquella mañana se la veía llena de vida.
-¡Vamos! sientate,Irene, te prepararé el desayuno en un momento.
Irene hizo caso a su hermana mayor, eligió una silla de las que se hallaban alrededor de una mesa situada delante del ventanal y se sentó.
Contempló el jardín, la hierba de color verde intenso formaba una enorme alfombra salpicada de flores de todos los colores, y se mostraba brillante por la humedad causada por el rocío de la madrugada.
Vio como unas palomas se posaban sobre aquel colorido tapiz y se levantó para verlas mejor. Picoteaban el suelo ajenas a la mirada de Irene.
-¡Ay, palomitas! ¡Como me gustaría poder volar como vosotras!. -Suspiró
Estaba tan entretenida observando a las aves que no se dio cuenta de que su hermana la contemplaba desde la puerta.
-¡Dios mio, es tan joven, tan hermosa y buena...! Jamás ha hecho daño a nadie, no se por que El la castiga de esta forma... Si en el mundo hay alguien que se merezca vivir es ella.
Este pensamiento había venido tantas veces a su mente... y nunca le encontraba respuesta.
Irene, desde muy pequeña, había estado enferma. Ana siempre había tenido que cuidar de ella, pero no le importaba, había sido su segunda madre y le encantaba velar por ella. Tan apenas llevaban diez días en aquella gran casa de piedra, rodeada de altas hortensias y hermosas calas, situada en el Valle de Guriezo, en Santander, muy cerca del límite con la provincia de Vizcaya. Irene empeoraba por momentos y el médico le había recomendado tranquilidad, descanso, aire y sol.
-Te he preparado leche con miel y pan tostado con mermelada de fresas, como a ti te gustan. -Dijo mientras se acercaba.
-Gracias, Ana, no se que haría sin ti.
Se miraron. Ana procuró que su mirada no le trasmitiese su dolor, tristeza y preocupación. Pero hay cosas que no se pueden ocultar. Las dos callaron. Fue Ana quien rompió aquel desgarrador silencio.
-¡Cometelo todo! tienes que ponerte fuerte. Cuando volvamos a la casa tienes que estar totalmente recuperada. Si no papá me reñirá a mi por no cuidarte bien.
-No te preocupes, me lo comeré todo, hoy tengo mucha hambre.
Mientras desayunaba,Ana la contemplaba, si, parecía que hoy se había levantado con apetito, cosa inhabitual en ella, acaso quedaba una esperanza para ella, tal vez el campo estaba haciendo recuperar el apetito y la salud a su delicada hermana.
-Hoy voy a arreglar el invernadero. -Dijo Irene con la boca llena.
-No hables con la boca llena, te vas a atragantar, y no comas tan deprisa que te va a sentar mal.
-Ana, por favor, no me riñas mas, te estas convirtiendo en una bruja.
Ana pensó que sería maravilloso poderse convertir verdaderamente en una bruja, así con sus hechizos podría curar a su hermana.
-Ayer vi unos tiestos rotos, y otros con plantas secas. Parece imposible que el jardinero que cuida tan bien el jardín haya dejado el invernadero en semejante estado. Intentaré poner algo de orden en ese caos.
-Bien, de acuerdo, pero prometeme que no te fatigarás demasiado.
-No te preocupes, tienes mi palabra de honor. -La tranquilizó Irene colocando su mano derecha sobre el corazón y levantando la izquierda a modo de juramento.
Irene tenía tan solo 19 años.Unas veces parecía una persona adulta, muy madura, en cambio en otras mostraba el candor y la ternura de una niña.
Apuró su leche y se dispuso a salir de l casa, no sin antes colocarse el sombrero de paja que Ana le obligo a ponerse.
-Así evitarás coger una insolación. Hoy el sol calienta demasiado. Le dijo protectora.
La verdad es que Irene no veía por que tenia que ponérselo pues de la casa al invernadero tan apenas había unos cincuenta metros y el sol, por mucho que calentase no le iba a provocar daño alguno.
Mientras se alejaba, Ana la siguió con la mirada hasta que la vio entrar en el invernadero.
Irene no sabía a donde dirigir su mirada pues lo hiciera a donde lo hiciera se encontraba un total desorden. ¿Por donde comenzar? Suspiró y se sentó en un banco de madera sin respaldo situado a la izquierda de la puerta de entrada. Allí tranquilamente idearía un plan de ataque.
Observó la estructura del invernadero, era muy curioso y original,. La puerta de entrada era de madera, muy oscura y tallada con figuras geométricas en cuyo centro se observaban imágenes florales, era igual por el interior que por el exterior. La casa llevaba varios siglos construida pero el invernadero se veía claramente que había sido edificado posteriormente. Desde el suelo subía una especie de base de piedra tallada, a modo de pared baja, hasta una altura de medio metro y desde allí se elevaban grandes cristales engarzados unos con otros con unas robustas molduras de madera, formando un edificio octogonal, hasta llegar al techo también acristalado y en forma piramidal.
-Bueno, tendré que poner manos a la obra. -Pensó mientras se quitaba el sombrero. Lo depositó sobre el banco. Se acercó al largo mostrador de madera situado en la parte derecha y se colocó un viejo delantal que encontró colgado de un oxidado clavo. A continuación protegió con unos gruesos guantes sus delicadas manos y comenzó a buscar tiestos rotos. Halló un par de cajones altos, de madera, en los cuales echar los pedazos rotos y la basura, pero estaban al otro extremo del invernadero y tendría que ir y venir continuamente hasta ellas, haciéndole esto perder un tiempo considerable. Así que miró a su alrededor intentando descubrir algo con que transportarlos todos a la vez hasta las cajas. Semioculta por unos arbustos encontró una pequeña carretilla que le pareció perfecta para realizar aquel trabajo. Comenzó con las macetas rotas, siguió con las que tenían plantas secar, que no eran pocas. Los tiestos que todavía estaban en buen uso, los limpió y los apiló por tamaños, unos dentro de otros. Los colocó en una estantería bajo el mostrador.
Al principio de la mañana no se notaba excesivo calor dentro del invernadero, pero a medida que pasaba el tiempo la temperatura subía y el ambiente se iba cargando. Se sintió algo cansada y recordó la promesa que le había hecho a su hermana, así que se sentó otra vez en el banco, y se hizo aire con el sombrero. Cerró los ojos y se recostó sobre la pared, apoyó su cabeza sobre el cristal. Se mantuvo así unos instante. Una ráfaga de aire fresco llegó hasta su cara inundando el invernadero de una suave fragancia a jazmín. Abrió los ojos.
-¡Ah, que bien huele!. ¡Que fresquito mas delicioso! Era lo que estaba necesitando.
Irene acostumbraba a hablar sola, incluso en varias ocasiones había sido sorprendida por Ana llevando ella sola una conversación.
Dirigió su mirada hacia la puerta pues pensó que aquella corriente procedía de allí, pero la encontró cerrada y se asombró. Después se puso en pie buscando algún cristal roto en la estructura del invernadero, pero tampoco descubrió nada, todos parecían estar en buen estado, sin embrago, ese delicioso y aromatizado aire, tenía que haberse colado por algún sitio.
Ya repuesta se dispuso a arreglar los ficus situados al fondo del invernadero. Eran enormes, algunos incluso llegaban hasta el cristal del techo.Aquellos no podía arreglarlos, pues necesitaba una escalera y no disponía de ninguna, así que optó por arreglar los medianos y los mas pequeños. Hubo uno que le llamo la atención por lo extraño y retorcido que tenía el tronco. Realmente era una planta muy hermosa y enseguida le encontró aplicación.
-No se que haces olvidado aquí, tu estarías perfecto en el comedor, frente al ventanal grande.
Eso haría, le limpiaría las hojas, lo podaría y regaría. Después lo trasladaría hasta la casa.
mientras limpiaba las hojas sintió una sensación extraña. Le pareció que alguien la observaba en silencio y se giró. No había nadie detrás de ella, y sin embargo intuía la presencia de alguien. No era miedosa, así que dejó lo que estaba haciendo y buscó al presunto intruso que la vigilaba, pero no encontró a nadie.
-Serán imaginaciones mías. -Se autoconvenció volviendo al trabajo.
Estaba terminando cuando de nuevo sintió aquella rara sensación. Estaba segura de que alguien la observaba, incluso en aquella ocasión sentía su respiración. Se volvió bruscamente intentando sorprenderlo. No vio a nadie.
-¡Me debo de estar volviendo loca!
Se limpió el sudor de la frente con la manga. Se sentía cansada y decidió volver a la casa, se acercaba la hora de comer y Ana la estaría esperando. Se quitó los guantes y el delantal, los dejó sobre el mostrador. Se agachó para coger el ficus por su base e intentó levantarlo. Pesaba demasiado para aquel frágil cuerpecito, no obstante como era un poco terca volvió a intentarlo. Otra vez fracasó, pareció desistir y se incorporó. Las horas de trabajo, pues no estaba acostumbrada a tanta actividad, le fatigaron y en aquél momento sintió tal agotamiento que se notó mareada, se le nubló la vista, le fallaron las piernas y se tambaleó, intentó agarrarse a algo pero no pudo llegar a asirse a nada y cayó al suelo.
-¡Irene! ¡Irene! Cariño, contéstame.
Los gritos de Ana la volvieron en sí. Abrió los ojos y miró a su hermana.
-Me he mareado.
-Me prometiste que no te fatigarías demasiado. Eres una irresponsable.
Irene miró perpleja a su alrededor, era incomprensible, se hallaba delante de la puerta principal de la casa, y no recordaba como había llegado hasta allí, llevaba colocado el sombrero que tampoco recordaba habérselo puesto, y además, lo mas increíble, el ficus se hallaba junto a ella.
-¿Como se te ha ocurrido traer tu sola semejante planta?. Tiene que pesar una barbaridad, deberías haberme pedido ayuda, lo hubiéramos traído entre las dos.
-Pero Ana, escuchame, no lo he traído yo.
-¡Ya! y ¿quien pretendes que lo haya traído? ¿o es que ha venido solo hasta aquí?
-No lo se, Ana, creo que había alguien en el invernadero, alguien que me ha estado observando durante casi toda la mañana. Cuando perdí el conocimiento lo hice allí. Esa persona me ha debido traer hasta aquí.
-Toda la mañana contigo, y ¿no le has visto?
-No, Ana, no he visto a nadie, pero estoy segura de que allí había alguien.
-Querida, desde niña has sido una fantasiosa. Deberías de estar aturdida por el calor y tal vez por eso no recuerdes como has llegado hasta la puerta, pero lo que yo si sé es que has golpeado en ella y me has llamado a gritos.
-¿A gritos?
Ana asintió con la cabeza.
Irene se sumió en un mar de dudas. ¿Se estaría volviendo loca?. El doctor le habló de su enfermedad de corazón pero no le dijo nada de una posible locura. No comentó nada mas con su hermana y se dejó acompañar por ella hasta su dormitorio. Aquel desmayo le iba a castigar durante todo el día a guardar reposo en cama.
Después de la comida, que Ana le llevó a su habitación, ya mas serena, repuesta y mas centrada en la realidad pensó:
-Diga lo que diga Ana, yo se que alguien me ha traído hasta aquí. Alguien, ha estado conmigo casi toda la mañana, me ha estado observando, podía sentir sus ojos penetrando por mi espalda como si intentase escudriñar en mi alma, llegué incluso a notar su respiración en mi nuca.Tiene que se alguien muy fuerte y con buen corazón pues ha cuidado de mi y me ha socorrido en el momento que necesitaba ayuda.
Emocionada y nerviosa comenzó a fantasear, como era su costumbre: -¿Y si es alguien que se ha enamorado de mi? ¿Como será? Deseo pensar que es un hombre alto, guapo, tierno y algo tímido. Me gustaría conocerlo para poder agradecerle lo que ha hecho. Tal vez sea mi príncipe azul.
La verdad era que su enfermedad le había limitado tanto su vida que había tenido muy pocas ocasiones de conocer a jóvenes de su edad. Nunca había sido cortejada. Nunca había pasead con ningún amigo. Nunca había bailado con nadie y nunca se había enamorado. La posibilidad de que su persona hubiera podido despertar la admiración de un hombre y que éste la hubiera estado contemplando, ocultamente, durante largo rato y en silencio, le producía una enorme placer y a la vez desasosiego. Era algo que jamás había sentido. Parecía que el corazón le latía con mas fuerza dentro del pecho. Suspiró y cerró los ojos dejándose llevar por su ensimismamiento. Había pensado en un hombre maravilloso, pero... ¿y si quien la había ayudado trasladandola mientras se encontraba inconsciente hasta la casa era Juan el jardinero? Solo de pensarlo un escalofrío le recorrió la espalda. No es que tuviera nada en su contra pero no podía evitar que le repeliera la idea de que él la hubiese tocado. Juan no era muy alto, fuerte si, eso no podía negarse, pero es que el pobre hombre no era nada agraciado. Apenas tenía cuello, la cabeza parecía una prolongación de su cuerpo, su rostro tostado por el sol y el aire se veía coronado por una gran ceja que casi le llegaba de sien a sien dándole un aspecto primitivo. ¿Y el pelo...? eso era otra historia, mostraba una pelambrera abundante, rizada, de color negro azabache y mal cuidada.Era huraño, poco hablador. Andaba ligeramente encorvado, siempre mirando al suelo, casi nunca levantaba la mirada.Solo cuando se le explicaba algo que debía hacer, elevaba sus negros ojos, y lo había torciendo la cabeza y mirando de lado. La verdad es que era la persona mas extraña que había conocido.No le agradaba nada pensar que podía haber estado en sus brazos.
Estaba poniéndose algo nerviosa cuando Ana golpeó la puerta y entró. Sin saberlo, la tranquilizó.
-Irene, ha venido Juan. Se ha disculpado por no haberlo hecho antes, no ha podido, ha estado arreglando los jardines del palacete de la ladera. Le he explicado que tu querías colocar el ficus en el comedor, y como yo sola no puedo entrarlo le he pedido que lo hiciera el. ¿Donde quieres que lo coloque?
-Junto al ventanal grande, un poco a la derecha, en el hueco que queda entre la cortina y el diván.
-Le he comentado lo que te ha pasado por intentar entrarlo tu sola. Se ha extrañado mucho cuando le he dicho que lo habías traído tu desde el invernadero. No se explica como has podido hacerlo... y si quieres que te diga la verdad, yo tampoco.
-Por favor, pregúntale a Juan si tiene una escalera con a que pueda llegar hasta los ficus mas altos, están muy sucios y estropeados, cuando me reponga quiero arreglarlos.
-¡No escarmentarás nunca! -Dijo Ana suspirando. -Voy a hacer algo mejor, le pediré a Juan que lo haga el, será mejor para las dos, tu descansarás y yo estaré mucho mas tranquila pensando que no vas a estar haciendo equilibrios sobre la escalera.
Se acercó hasta su hermana y le depositó un beso en la frente.
-Descansa, niña loca, dentro de un ratito te traeré un tazón de leche.
Irene comprendía muy bien la entrega y el cariño que su hermana le brindaba, siempre estaba al tanto de sus caprichos. Cuidaba de ella igual que lo había hecho su madre mientras vivió. A veces era cierto que se excedía en los cuidados, y su instinto de protección, en ocasiones, era desmesurado, pero Irene comprendía el por qué. Sabía perfectamente lo enferma que estaba, al principio intentaron engañarla ocultándole la gravedad de su estado, pero ella no era tonta y comprendió enseguida la situación. Todas aquellas conversaciones cortadas cuando ella entraba enla habitación donde conversaban sus padres, las miradas enas de lágrimas quede vez en cuandodescubría en su hermana, las respuestas desviadas detema cuando ella preguntaba por su salud... todo aquello le confrimó su sospecha, sabía muy bien que su vida tenía un límite y que éste estaba ya demasiado cerca. En ocasiones se encontraba mal, y callaba, para que Ana no lo notase, evitaba el causarle preocupación y pena. Procuraba no disgustarla haciéndole caso en todas sus exigencias y tomando todas las precauciones que le recomendaba aunque estas le parecieran innecesarias y absurdas.
Una vez mas hizo caso a su hermana y trató de descansar su cuerpo, aunque no su mente, ésta siempre estaba en funcionamiento. Como prometió, Ana, le llevó un tazón de leche junto con las medicinas que el Dr. le había prescrito. Además de buena hermana, era también una buena enfermera. Le hizo compañía durante toda la tarde, para que las horas no se le hicieran largas la entretuvo leyendole, unas veces pasajes de la Biblia, y otras unos maravillosos versos, compuestos por un poeta de la zona, poco conocido, pero que a ella le gustaba mucho.
Aquel desvanecimiento la obligó a guardar reposo durante dos días.

******************** II ********************
Había amanecido otro día claro de primavera. El sol brillaba en el limpio cielo. El aire era fresquito y el aroma de las flores silvestres, junto al de los rosales, lo impregnaba todo.
Irene ya se encontraba recuperada. El día anterior se había comentado a su hermana que tenía previsto volver al invernadero y terminar el trabajo que había empezado. Además quería ver si Juan había arreglado bien los ficus.
Provista de nuevo con su sombrero de paja y después de oír todas las recomendaciones de su hermana, tomó el camino del invernadero.
Una vez dentro, lo primero que hizo fue dirigirse al fondo y revisar el trabajo del jardinero. Sí, parecía que Juan se había esmerado en dejar las plantas arregladas. Les había quitado las hojas muertas y las rotas, había limpiado las que estaban bien y éstas brillaban ahora alumbradas por el sol que se colaba entre los cristales del techo.
-Parece que ha hecho un buen trabajo. -Pensó. Después reparó en el suelo. -Lo que ha dejado de pena es el suelo, no se le ha ocurrido barrerlo.
Miró a su alrededor buscando algo con que adecentarlo. Encontró un rastrillo de mango largo y una escoba. Se quitó el sombrero y se colocó el delantal. Muy decidida se dispuso a pasar el rastrillo por la zona de tierra. Amontonó una buena cantidad de hojas muertas y con ayuda de un recogedor de metal las depositó, primero en la carretilla y después en los cajones que había destinado para recoger la basura. Después barrió con la escoba la zona de losas que desde la puerta llegaban, por el lado derecho hasta el fondo del invernadero. Aquel acto removió todo el polvo que desde hacía años se había ido posando sobre el enlosado, levantandose una cortina de polvillo dorado que partía desde el suelo, y se dirigía, lentamente, hacia el aristalado del techo. Aquello hizo que Irene estornudara varias veces. La mucosa de la naríz se sintió agredida por el ambiente y se defendió como pudo. Una consquilleante moquitilla le obligó a limpiarse con el delantal, pues había olvidado coger un pañuelo. Seguía estornudando y cada vez se encontraba mas incomoda.
-Si es que soy tonta. Tenía que haber regado primero para no levantar polvo.
Pensó que si abría la puerta tal vez el viento entrase y disipase aquella polvareda. Así que se dirigió hacia la puerta y la abrió. No parecía que el viento quisiera entrar.
-¡Que extraño! Si el otro día hacía corriente...
Aunque era un poco tarde para poner remedio, intentó mojar el suelo y evitar así que el polvo se siguiera moviendo. Se dirigió al pozo y sacó dos cubos de agua que después repartió por todo el suelo. Tuvo que repetir el viaje varias veces hasta que consiguió mojarlo todo. Cansada se apoyó en la escalera que Juan había olvidado retirar. La escalera no parecía estar bien apoyada y se movió amenazadora asustando a Irene. Intentó sostenerla para que no se le cayera encima pero ella no tenía la fuerza suficiente. La escalera seguía ambaleandose amenazando la integridad física de la muchacha. Cada vez estaba mas asustada, ya no podía a guantar mucho mas el peso. Gritó llamando a su hermana. Después llamó a Juan por si estaba cerca y la podía oír. Nadie contestó ni acudió en su ayuda. Ya se estaba rindiendo cuando de nuevo, al igual que la vez anterior que estuvo en el invernadero, una ráfaga de aire fresco llegó hasta ella, inundando la estancia de una sueve fragancia a jazmín. Poco a poco notó como el peso de la escalera disminuía hasta poder controlarla y apoyarla de nuevo contra los ficus.
Todavía asustada por lo que acababa de ocurrir se dirigió como pudo, pues le temblaban las piernas, hasta el banco de madera y se sentó.
-¡Dios mio, que susto! Si me llega a caer encima me mata. No le contaré nada a Ana, si no, no me dejará volver.
Estaba acalorada, necesitaba aire, pero no tenía nada con que hacerselo. Pensó en su sombrero, con el se abanicaría. Lo había dejado sobre el mostrador y se iba a dirigir hacia el cuando otra ráfaga de viento lo levantó y lo arrastró por el suelo hasta dejarlo a sus pies. Lo recogió del piso y se volvió a sentar. Estuvo abanicándose durante unosminutos, después cuando el sofoco ya se había calmado, cerró los ojos y se recostó contra la pared, apoyó la cabeza sobre el cristal. Aquel olor a jazmín seguía inundando el invernadero.
-Tengo que encontrar el lugar de donde procede esta fragancia. Es raro, pero no he visto por los alrededores ningún jazmín. Mañana le preguntaré a Juan si sabe de donde viene este agradable olor. -Pensó
El sonido de los trinos de los pájaros procedentes de exterior pareció tener un efecto sedante en Irene. Se encontraba totalmente relajada. Se mantenía con los ojos cerrados disfrutando del concierto, cuando sintió una sensación extraña. Tenía la certeza de que alguien, de nuevo, la observaba. Esta vez, fuera quien fuese, lo descubriría. Aguantaría lo que pudiera haciendose la dormida, hasta tener la certeza de que ese alguien se encontraba muy cerca y entonces abriría los ojos y lo soprendería.
Así quese hizo la dormida, incluso fingió una respiración mas profunda. Al poco rato apreció el sonido de unos ligeros pasos, casi imperceptibles, alguien se acercaba. Notó como se paraba delante de ella. Tuvo que hacer un gran esfuerzo para contenerse cuando sintió que le acariciaban la cara y el pelo. Se dio cuenta de que esa persona estaba tan cerca de ella que podía notar su respiración, su calor... Algo húmedo y tibio se posó sobre sus labios. ¿Que era aquello? ¿un beso?
-¡Oh, Dios mío, me está besando! ¡Que delicia!
Dudó abrir los ojos. Tal vez si lo hacía aquella maravillosa sensación desaparecería. Porque ¿y si todo aquello era una ensoñación?, pero no, estaba segura de que estaba despierta. ¿Y si todo aquello estaba provocado por su fantasiosa imaginación?. Era una sensación extrañamente placentera, nunca había sentido una emocion igual ni nada parecido. Pero sí... tenía que abrir los ojos y descubrir si aquella persona existía realmente. Deseaba verlo, porque de eso esaba segura , era un hombre, su principe azul, y necesitaba verlo...
Repentinamente abrió los ojos. No había nadie delante de ella. Aquella respiración desapareció de repente, sus labios se quedaron fríos. Una rafaga de aire fresco la envolvió y después desapareció rapidamente llevándose con ella el aroma a jazmín.
Irene se quedó perpleja, ¿cómo podía haber esaparecido tan rápidamente? ¿Se estaba trastornando?. No, no estaba loca, ella sabía muy bien lo que había sentido. Aquel beso fue real y muy especial, estaba lleno de ternura, y se moría de ganas por saber quien se lo había dado.
El resto de la tarde lo pasó bordando en compañía de su hermana. No le comentó el incidente de la mañana.
Después de la cena, durante el ratito que dedicaban ambas a la lectura, Irene sorprendió a su hermana con una pregunta.
-Ana, ¿Que se siente cuando alguien te besa?
-¡Irene, por Dios! ¡Que preguntas haces! ¿A que viene eso ahora?
-No es una tontería, Ana. Me gustaría saber que se siente cuando alguien te da un beso de amor.
-¡Ay, querida! que dificil es responder a eso.
-Tu tienes que saberlo. Seguro que Román te habrá besado. ¿Que es lo que se siente?
La afirmación de Irene la hizo sonrojar. Las preguntas de su hermana la pusieron en una situación comprometida. ¿Que responderle?. Si no lo hacía tal vez ella nunca llegase a saber lo que realmente se sentía.
La miró con cierta curiosidad, era normal por su edad que quisiese saberlo. Pero... ¿que ocurría en realidad, para que ella quisiera saberlo ahora? ¿Se habría enamorado?, ¿La habría besado alguien?. Pero... ¿quien? por allí no pasaba nadie. La casa mas próxima estaba a varios kilómetros. Desde luego ella no había visto rondar a nadie por los alrededores, excepto a Juan, y el pobre no tenía las cualidades necesarias para despertar en Irene el mas mínimo interés.
-Mira, pequeña... Lo que se siente es algo maravilloso, delicioso, una inmensa ternura te invade. Sientes el deseo y tienes que dejarte llevar. Un torbellino de sensaciones contradictorias te envuelven. Al final te dejan sin volumtad y entonces te entregas al deseo incontrolado y correspondes, con todo tu amor, a ese beso que la persona amada te da con tanto cariño.
La miró. Irene parecía agitada.
-¿Te ha servido de algo mi explicación?
Irene asintió con la cabeza. Se mantuvo en silencio. Recordaba el beso recibido en el invernadero, y se lamentó por haberlo interrumpido antes de tiempo, con su impaciencia, por su deseo de conocer a aquella persona. Si se hubiera mantenido con los ojos cerrados durante unos instantes mas, seguro que hubiera llegado a sentir todo lo que Ana le había descrito.
Deseaba volver al invernadero. Lo que había vivido aquella mañana fue algo mágico. Desde luego, aquel beso, no tenía nada que ver con el que el primo Andoni le dio a hurtadillas en el jardín de su casa el dia que cumplio los 17. Había sido totalmente distinto, y lo que ella había sentido desdeaba volver a sentirlo.

********************** III**************************
Un olor a pan tostado salía del fogón en el que Ana estaba preparando el desayuno.
-¡Uhmmmm, que bien huele! Buenos días Ana.
-Buenos días hermanita. ¿que es lo que se te ha ocurrido hacer hoy? -Contestó poniendo la mejilla para que Irene depositara en ella un sonoro beso.
-De momento desayunar. ¿Queda mermeada de fresas?
-Creo que queda un bote en el armario. -Dijo señalando con su dedo indice hacia uno de los viejos armarios.
Irene rebuscó entre los botes hasta que encontró el que buscaba.
-¿Que tal te encuentras hoy?
-Bien. ¿Aun no esstan listas las tostadas?
-¿que te pasa? ¿Es que tienes prisa?
-Tengo hambre. Bueno... y prisa también, hoy quiero hacer un par de cosas.
-¡Oh! ya me parecía raro que no tuvieses nada que hacer.
Desde el exterior, Juan, golpeó en el cristal de una de las ventanas de la cocina llamando su atención. Las saludó con la mano, dando a entender que ya estaba allí, y podían disponer de sus servicios, si lo necesitaban.
Irene abrió la ventana para preguntarle algo.
-Juan, ¿sabe usted donde estan los jazmines?
-¿Los jazmines?
-Si, desde hace unos dias, de vez en cuando, el viento trae una agradable fragancia a jazmin, pero no se en que lugar se encuentran esas plantas. En los alrededores de la casa no, porque los hubiera visto, pero no tienen que estar muy lejos,
-Pues... no se..., señorita. Yo no recuerdo haber visto jazmines por aquí desde hace muchos años.
-Tiene que haberlos, Juan, y relativamente cerca para que llegue su aroma hasta aquí. Si los encuentra, por favor, ¿me avisará?
-No se preocupe, señorita, si los veo ya le indicaré donde están, pero le repito que hace muchos años que no hay jazmines por aquí.
Hizo una pequeña pausa y se rascó torpemente el pecho. Mirándola de lado le preguntó:
-¿Hay algo que hacer hoy?
-En el invernadero hay dos cajones con basura. ¿Podría ocuparse de ella?
Juan asintió con la cabeza.
-Y de paso ¿puede retirar la escalera?, no me gustaría que se me cayera encima, no parece muy segura.
Ana llamó la atención de Irene para que acudiera a desayunar. Juan se marchó a emprener su tarea.
-Ana, ¿tu has visto los jazmines?
-No. Y eso que salgo a pasear todos los días.
-¿No has notado su aroma?
-Ahora que lo dices, sí. Recuerdo que el día que te desvaneciste en la entrada, al abrir la puerta percibí un intenso aroma a jazmín.
-Hoy ire al invernadero un ratito. Limpiaré el mostrador, y después iré a dar un paseo.
-Si vas a hacer todo eso, alimentate bien, no quiero que te de otro desmayo. -Le dijo Ana echandole leche en el tazón.
Provista de su inseparable sombrero, salió hacia el invernadero. Como todos los días se colocó el delantal y los guantes, después de despojarse del sombrero de paja, que esta vez dejó sobe el banco, y se dispuso a limpiar el largo mostrador de madera. Después de retirar de el toda clase de pequeños restos de plantas y tierra, se aproximó hasta el pozo para buscar un poco de agua. Con un trapo viejo que encontró en un rincón de la estantería fregó la madera, teniendo mucho cuidado de no herirse con la astillas del deteriorado mostrador, alguna de ellas eran tan puntiagudas que le traspasaban los gruesos guantes.
Cuando terminó, se sentó en el banco. Estuvo esperando largo rato a su principe azul, pero este no hacía acto de presencia.
Cansada de esperar y descepcionada, se quitó el delantal y lo colgó en el clavo en que lo encontró el primer día. Se volvió a colocar su sombrero y salió del invernadero, algo triste, camino del prado.
Cada cuatro o seis pasos se agachaba a recoger del suelo florecillas silvestres. Al cabo de media hora ya había formado un buen ramillete. Unas eran muy vistosas, algunas olían muy bien, pero... ¿y los jazmines?, ¿donde estaban? . Si llegase hasta ella su aroma se podría guiar por el, y localizarlos. Dese niña había sentido predilección por aquella fragancia.
Anduvo durante un cuarto de hora mas. Desencantada por no encontrar lo que estaba buscando, dio media vuelta con intención de volver hacia la casa. Se acercaba la hora de comer y Ana seguro que la andaba ya buscando. Daba igual, tenía una buena excusa, le diría que se había entretenido mas de la cuenta cogiendo unas flores para ella.
Tan apenas había dado un par de pasos, cuando un gruñido, a su espalda, le hizo darse la vuelta.
Allí en mitad del prado, mirandola fijamente, se encontraban dos perros negros y grandes. No eran lobos, parecían perros salvajes. Gruñían y le enseñaban retadores los dientes, desafiantes, mostrando sus bocas llenas de espuma. El mas grande parecía tener la intención de arremeter contra ella. Irene estaba tan asustada que se quedó paralizada, rígida como un palo. El perro mas pequeño se envalentonaba por momentos, al ver que el grande ganaba terreno poco a poco.
Irene intentó gritar pidiendo ayuda, pero tan solo un susurro logró salir de su garganta.
-Por favor, que alguien me ayude.
Al darse cuenta que aunque hubiera podido gritar con todas sus fuerzas, nadie hubiera acudido en su ayuda, pareció reaccionar y sacando fuerzas de flaqueza, intentó dar la vuelta y salir corriendo.
Las piernas no parecían estar de acuerdo con su cerebro. Torpemente se pisó la falda y allí mismo, sin apenas moverse unos centímetros, cayó al suelo.
Horroriozada miró a los perros que cada vez estaban mas cerca. Aquello era lo que menos necesitaba su frágil corazón. Sintió una opresión en el pecho que la hizo encogerse.
Una ráfaga de aire fresco copn olor a jazmín la envolvió, trasmitiéndole una sensación de protección y bienestar.
Los perros callaron al instante. El mas pequeño dio media vuelta y se marchó. El grande pareció dudar y ladró un par de veces. Al ver que no sucedía nada se volvió a encarar con la muchacha, ahora con mas rabia. Se le aproximó demasiado, pero de pronto, sin saber como, salió lanzado por los aires y cayó a unos metros. Asustado, aullando, se levantó y salio corriendo en dirección a alguna parte.
Irene no sabía lo que había ocurrido. Se sentía bien, tranquila, sin miedo. Algo le estaba trasmitiendo paz y se sentía protegida. Como si un ángel hubiera desplegado sus alas, acogiendola amorosamente.
No veía a nadie, pero intuía la presencia, de alguien o de algo. Miró al cielo. Algo se interpuso entre el sol y ella. Aguzó la vista, no, no era una nube. Pudo distinguir una sombra, bajó con su mano el frontal de su sombrero, para que el sol no le diera de lleno en los ojos y poder distinguir mejor lo que tenía delante. Sí, ahora ya lo podía ver mejor, esa sombra era la silueta de un hombre.
Sin el mínimo temor, le preguntó:
-¿Quien eres? -Nadie respondió
-Me estas observando y protegiendo desde hace muchos días. No te tengo miedo, se que no me vas a hacer daño. ¿Quien eres, o que eres?
Esta vez alguien le contestó:
-Solamente soy un alma en pena.
-¿Que quieres decir con que eres un alma en pena?, ¿que eres un fantasma, un espíritu?
-Si, hermosa mujercita. Soy una pobre alma desamparada y triste, condenada a vagar por este mundo, por los siglos de los siglos.
-Pero... ¿por qué?
-Es el castigo que yo mismo me impuse el día de mi muerte, por haber sido causante de la pérdida de la mujer que amaba.
-¿Hace mucho tiempo?
-182 años.
-¿Puedo saber tu nombre?
-Marcos de Urdiciaín y Goicoetxea.
-Y, ¿que haces por aqui? Siempre estás cerca.
-La casa en donde vive con su hermana, ha sido siempre de la familia Urdiciain. En ella viví los tres mejores años de mi vida junto a mi amada Estíbaliz. Hasta que por una torpeza mía murió. Después viví unos meses desolado, atormentado, y desesperado por tanto sufrimiento decidí terminar con mis penas y yo mismo me causé la muerte, no sin antes jurarme a mi mismo que mi penitencia sería vagar por ese mundo para siempre.
-Y, ¿vas a estar siempre aqui?
-En realidad no lo sé. La verdad es que no hay nada mas largo que la eternidad. Ya son muchos años y me siento cansado. Aunque Él, benevolente, me ha dado una oportunidad para que algún día pueda descansar en paz conmigo mismo.
-¿Una oportunidad?
-Sí. El me concederá la gracia del descanso eterno si encuentro una mujer que se enamore de mi y me ame con toda lafuerza de su corazón.
-¡Oh! ¡Que romantico!
-Si, pero que dificil de conseguir.
Se hizo un silencio. Por mas que Irene intentaba ver las facciones de aquel hombre no lo conseguía.
-¿Por que no puedo verte bien? eres como un borrón. ¿puedes mostrarte tal y como eres? me gustaría verte.
-Si que puedo, y me seguirá oyendo, pero no intente tocarme, porque no lo conseguirá. Esa es otra de mis desventajas. Si me muestro tal y como soy, no se me puede tocar, mi imagen se desvanecerá si lo intenta, si me mantengo como ahora, se me puede sentir y tocar pero no me podrá ver. No puedo hacer las dos cosas al mismo tiempo.
Irene entendió entonces que aquel era el principe azul que la besó en el inverndero. Por eso no pudo verlo, pero si sintió sus caricias y su tierno beso.
-No me importa. Deseo verte.
-Me parece mentira que está hablando con usted, y que no se asuste de mí.
-¿Por que me tengo que asustar? Si lo único que haces es protegerme. No entiendo por que lo haces, pero me gusta.
-Puedo mostrarme ahora si lo desea.
-Sí, por favor, y no me llames de usted, me siento violenta, mi nombre es Irene. -Le pidió, mientras se levantaba del suelo.
Ahora frente a frente, poco a poco, aquella figura iba tomando forma humana. El momento álgido de emoción fue cuando su cra comenzó a distinguirse con nitidez. Si, era verdaderamente como ella lo había imaginado, alto, fuerte, moreno, con expresión agradable, ojos negros y bien parecido.
-¿Puedo preguntarte algo? -Le preguntó Irene.
El asintió.
-¿Por que cuidas de mi?
-Te pareces mucho a Estíbaliz. Era tan guapa, dulce y frágil como tu. Me quedé prendado de ti, desde el primer instante en que te ví.
-Ayer, en el invernadero... ¿Por qué me besaste?
-Lo siento si te molesté. No era esa mi intención. Pero te vi tan hermosa, apoyada contra el cristal, con los ojos cerrados, medio dormida. Que vi la oportunidad única para acercarme lo máxiomo a ti. Necesitaba oler tu piel, sentir el calor de un cuerpo humano, tocar tu pelo. Me acerqué tanto que podía respirar tu propio aliento... y tenía tan cerca tus lindos labios que no pude evitar besarlos. ¡Hacía tanto tiempo que no besaba a nadie, que no tenía contacto alguno con un ser humano! Lo siento mucho. Tal vez no debí hacerlo, pero con ello conseguí sentirme un poco vivo.
-Es tarde, debo marcharme, mi hermana estará preocupada. Pero me gustaría volver a hablar contido.No se como puedo conseguirlo.
-Muy fácil, yo estaré pendiente de ti. Pero si en algún momento me necesitas con urgencia, solamente tienes que repetir mi nombre y acudiré a donde tu estés. ¡'Ah!, solamente hay un sitio en el cual no puedo entrar, y ese es tu dormitorio, no puedo entrar en el dormitorio de una doncella, mientras ella esté en el, me está prohibido. Tenlo en cuenta cuando me llames.
-Antes de marcharme, ¿me dejas hacer una cosa?
-Sí. -Le contestó sorprendido. Nopodía imaginar que era lo que debia dejarle hacer.
Irene se acercó a el e intentó tocarle la cara. En un segundo su imagen se desvaneció.
********************* IV ******************
Día tras día Irene acudía a sus citas con Marcos en el invernadero. No se atrevía a contarle nada a su hermana. No le comentó el incidente con los perros sucedido varias jornadas antes para no preocuparla. Y no le habló de la presencia de Marcos. Si lo hacía,Ana, pensaría que se había vuelto loca de verdad. ¿Cómo explicarle que tenía un amigo "fantasma"? No, decididamente no se lo contaría.
Desde el día en que lo conoció, tal vez por las circunstancias que desencadenaron aquella situación, Irene no se encontraba muy bien, se fatigaba mas, tenía menos apetito y de vez en cuando notaba una ligera sensación de angustia, y se preocupaba por ello. Delante de Ana procuraba fingir que tenía apetito y comía a la fuerza para no inquietarla.
Con Marcos se mostraba tal y como era. Le hacía partícipe de su triste realidad. Le mostraba su miedo a la muerte, que por cierto, hasta entonces no le había preocupado.
Aquel día se encontraba algo triste y abatida.Marcos intentaba consolarla y convencerla de que la vida no acababa cuando una persona muere.
-¡Mi querida niña! No me gusta verte así. -Le dijo sentándose en el banco, junto a ella.- Tienes la demostración delante de ti, mirame, quiero ver esos lindos ojos.
Irene levantó la cabeza y lo miró. Sus ojos estaban llenos de lágrimas que no se atrevían a saltar la barrera de sus pestañas.
-No estés triste. Si ese momento llega, no te asustes, no pasa nada, parece que todo se acaba, pero en realidad continúa.
-No puedo evitarlo, sabes que no me encuentro muy bien, creo que ya me queda poco, y... ¡me voy a dejar tantas cosas por vivir!
-Pero puedes experimentar otras. Y además,¿quien te ha dicho que no puedas seguir "viviendo" otra vida?
Irene lo miró.
-Tu no me engañarías ¿verdad?.
-Por supuesto que no, princesa. ¡Venga! levanta ese ánimo, no te rindas. No quiero ver mas lágrimas en tus ojos. -Marcos se desvaneció en un instante quedando en el aire el aroma a jazmín.
-¿A donde vas? -Preguntó inquieta Irene, temerosa de que la dejara sola en aquel momento.
-No me voy. Tan solo quiero hacer esto...
Irene sintió como el cogía las manos y las besaba.
-No quiero que sufras innecesariamente. Escuchame con atención. Cuando llegue la hora, no temas, ten esperanza, y entonces emergerás de tu propio cuerpo, llena de vitalidad y alegría, con todo un futuro bello por delante.
-¿De verdad es bello el futuro queme espera?. -Preguntó reflejando toda su esperanza en su mirada.
-Si, pequeña.Un mundo sin igual te espera para hacerte feliz, y en el cual podrás vivir todas la situaciones que quieras, y experimentar todas las sensaciones que desees. Solo te pido que no te rindas como hice yo, porque lo estropearías todo.
Le acarició la cara y le secó las lágrimas que ya resbalaban sin control por sus mejillas.
-Cuando ese día llegue, y tu alma abandone tu cuerpo, no te reveles, acepta tu situación y espera, pues a continuación tendrás un tiempo de paz y serenidad en el cual tendrás que crear tu misma tu futuro... El futuro y el mundo en el que quieras vivir para siempre. No tengas prisa, tendrás tiempo suficiente para hacerlo, no te precipites, pues lo que elijas será para siempre, y ya te he dicho mil veces que la eternidad es muy larga.
Irene sintió como sus brazos la rodeaban y la acercaba a su pecho. Un corazón latía con fuerza, ¿era el de Marcos?. No, los espíritus carecen de corazón, como órgano motor, era el suyo que latía con fuerza emocionado por las palabras de aliento y de esperanza de Marcos. ¡Que bien se encontraba entre sus brazos! ¡Cuando amor desprendían! ¡Cuanta ternura!
Una enorme emoción la invadía poco a poco. El calor de Marcos, su aroma, el contacto con su pecho le hizo desear un beso. Un beso igual que el que recibió cuando aún no lo conocía. Un beso como aquel que nunca olvidaría.
Marcos parecía saber en todo momento lo que ella pensaba y lo que deseaba. Con mucha ternura le retiró el pelo y le paso una mano por la nuca, y sin dejar de abrazarla, con sus cuerpos muy juntos, acercó sus labios a los de Irene y depositó en ellos un beso lleno de amor.
Irene volvió a llorar, pero esta vez no de tristeza, sino porque se sentía intensamente
****************** V *****************
La primavera dio paso al verano. Marcos era la sombra protectora de Irene, sabía al instante lo que ella pensaba, sentía o deseaba y procuraba siempre complacerla dándole en cada momento lo que necesitaba.
Se seguían viendo todas las mañanas, a escondidas de Ana, en el invernadero. Hicieron de aquel lugar lleno de contraluces su pequeño nido de amor, pues el cariño y la amistad se habían convertido poco a poco en pasión y deseo.
Las tardes, Irene, las dedicaba a su hermana. Unas veces leían, otras bordaban, paseaban recogiendo flores silvestres, o simplemente charlaban.. Lo que Ana no o sabía es que siempre siempre sed hallaban bajo la vigilancia de Marcos, quien, estuvieran donde estuvieran, en la cocina, en el comedor, en el jardín, siempre se encontraba con ellas. Irene lo sabía y en ocasiones había sentido la necesidad de hacer partícipe de su presencia a Ana, pero luego desistía. Tenia que hacer grandes esfuerzos para controlarse y no hablar a Marcos en presencia de su hermana, casi siempre lo conseguía, pero en alguna ocasión se le escapaba algún comentario o una pregunta que no venía a cuento, que Ana no comprendía y a lo que ludía con una sonrisa preguntándole:
-¡Que! ¿Otra vez hablando sola?
-Unas veces le salvaba un:
-¡Ya sabes como soy!
Otras le cogía desprevenida y se inquietaba pues no sabía que contestarle. Entonces sentía las manos de Marcos sobre sus hombros transmitiéndole calma y le contestaba:
-No me hagas caso, estaba pensando en voz alta.
Por las noches, a solas con sus pensamientos, recordaba las palabras de Marcos, e intentaba imaginar y proyectar su futura vida, para que cuando llegase el momento no la cogiera por sorpresa.
No podía imaginar la eternidad sin la presencia de su amado. Sentía miedo y decidió que lo mejor seria trasmitirle a Marcos su temor, pues si no podía pasar con el, el resto de su "vida", esa vida era mejor no vivirla.
Mediaba el mes de Julio. El sol del verano se colaba entre las hojas de los ficus, haciendo visibles las perfectas redes doradas que las arañas habían tejido durante los dos últimos meses.
-Mira, Marcos, están haciendo como yo. -Le dijo aquella mañana- Estoy tejiendo mi futuro poco a poco, para, como tu me advertiste, no estropearlo con mis prisas. Pero... tengo una duda... ¿tu podrás estar en el?. Porque si no...
Marcos selló sus labios con un dedo haciéndola callar y se desvaneció en el aire.
-Por supuesto que estaré si tu quieres que lo esté.
-No concibo la eternidad sin ti. ¡Te amo tanto!. ¡Te necesito tanto!
Sintió como los brazo de Marcos la rodeaban y la acercaban a su cuerpo.
-No temas, siempre estaré contigo. ¿Como podría seguir vagando por este mundo sin ti?- Le besó la frente, luego los párpados. -No se que hubiera sido de mi cansada alma si tu no te hubieras enamorado de mi.
-Tenía tanto miedo de que no pudieras acompañarme...
-¡Pequeña!. Ten por seguro que eligieras la vida que eligieras, yo te seguiría hasta ella. Tu me has sacado de la monotonía. Has aliviado mi pesar y mi cansancio, me has devuelto la ilusión. Ahora veo un futuro agradable y placentero, contigo, lleno de amor...
Se hizo el silencio. Aquel mágico invernadero estaba lleno de sentimientos, amor y de ternura, y no les hacían falta las palabras para demostrarse el amor que se tenían.
-Querido mio, este es un momento de los que, aunque estés conmigo, te echo mucho de menos. ¡Como me gustaría poder verte y abrazarte al mismo tiempo!.
El no poder ver y tocar a la vez a Marcos la sacaba momentáneamente de quicio.
-Cielo, no sufras.Ese día llegará y podremos disfrutar entonces plenamente el uno del otro. Pero no tengas prisa, yo puedo esperar.
-¿Por que esperar? Desearía terminar ya, ahora mismo, y poder ver tu cara cuando me besas, tus ojos y tus manos cuando me acaricias. Ver tus labios cuando me dicen bonitas palabras de amor...
-¡Cuanto te quiero, pequeña!. Pero... calla, no quiero que sufras deseando algo que no depende de ti ni de mi.
El sabía muy bien que pronto el deseo de Irene se cumpliría.
-Marcos, abrázame fuerte y bésame.
********************** VI **********************
Ana llevaba varios días preocupada por la salud de su hermana. Irene no se quejaba , pero aunque tratara de ocultarlo, se le veía el cansancio reflejado en el rostro. Poco a poco aquella linda flor se marchitaba.
Durante la sobremesa se sintió algo mareada.Ana se alarmó.
-No me asustes.¡Chiquilla! ¿que te notas?
-Estoy algo mareada, siento nauseas. Seguramente me habrá sentado mal la comida.
-Te ayudaré a subir a tu habitación, será mejor que descanses un ratito en la cama, y mientras te prepararé una manzanilla, a ver si te entona un poco ese estómago.
Irene rechazó la idea de su hermana, por nada del mundo se iría a la cama, si lo hacía y entraba en su habitación, tendría que prescindir de la presencia de Marcos, él no podría entrar y hacerle compañía, prefería quedarse donde estaba y así permanecer cerca de su amado.
-No, Ana, no te preocupes, ya verás, no será nada, solo un corte de digestión.Aceptaré con gusto esa manzanilla, pero no quiero acostarme, prefiero quedarme aquí, en el salón y que me leas alguna poesía de esas que tanto te gustan.
-¡Niña testaruda! ¿Algún día me harás caso?
-No me atosigues por favor, anda, ve y preparame esa manzanilla.
Murmurando algo inteligible, Ana desapareció del salón en dirección a la cocina. Puso agua a hervir, y cuando esta llegó a ebullición echó las hierbas. Mientras esperaba, no podía dejar de pensar en su hermana.
-¡Pobre criatura! Se está apagando por momentos, tal vez sería mejor volver a casa y que la viera el doctor... pero... realmente ¿para qué?, claramente nos dijo a papá y a mi que ya no se podía hacer nada mas por ella. ¡Pobrecita, es una niña tan hermosa!.- Se lamentó mientras una lágrima incontrolada resbalaba por su cara.
Llevó la tisana e Irene la tomó toda. Ana recolocó los cojines sobre el diván e hizo recostar a su hermana. A sus pies velaba Marcos. Ana leyó para su hermana tiernas poesías de amor durante largo rato, hasta que se dio cuenta de que Irene sed había quedado dormida.
-Descansa, niña. Te sentará bien. -Dijo mientras la cubría con un chal.
Aquella noche no quiso cenar, tan solo tomó un poco de leche con miel obligada por la insistencia de su hermana. Después, Ana, la acompañó hasta su dormitorio.
-Duerme, pequeña, y sueña con los ángeles. Ya verás como mañana estarás mejor.
Depositó un beso lleno de ternura sobre la frente de su hermana.
-Ana, te quiero mucho, eres muy buena conmigo. -Le dijo abrazándola.
-¡Calla, niña, no seas zalamera! -Le replicó intentando que no se diera cuenta de que aquello casi le hizo llorar.No la dejó hasta que la vio bien acomodada y arropada, pues aunque había comenzado el mes de Agosto, por las noches, en aquella vieja casa, se notaba algo de fresco.
Irene miró hacia la ventana, un nuevo día amanecía. Ya no se notaba mareada, al revés, se sentía descansada, llena de vitalidad y alegría. Se desperezó y se sentó en la orilla de la cama.
-¡Vaya!. Presiento que hoy va a ser un día maravilloso. -Dijo en voz alta.
-Por supuesto que si. -Una voz le contestó desde el otro lado de la habitación. Era Marcos.
-¡Marcos!. Tu me dijiste que no podías entrar en mi habitación. ¿Que haces aquí?. -Preguntó sorprendida.
El contestó con otra pregunta:
-¿Sabes que día es hoy?
-Creo que si, ¿cuatro de Agosto?
-Si, pero también es el primer día del comiendo del resto de nuestras vidas. ¡Querida mía! Hoy es ese día que has anhelado en tantas ocasiones... -Dijo sonriendole.
-No comprendo lo que me dices. -Se levantó y se acercó a el.
Elle cogió las manos y las besó.
-¡Dios mio, no te has desvanecido! Puedo verte y tocarte... -Dijo mientras tocaba con sus temblorosas manos la cara de Marcos.
El alargó su mano señalando hacia la cama. Irene se volvió y dirigió su mirada hacía el lecho... Y descubrió que su cuerpo yacía en el.
Miró a Marcos, y lejos de asustarse le sonrió, ya no tenía miedo.
-Ven aquí pequeña. Llevo mucho rato esperándote.
-Si, querido... abrazame y comencemos a vivir.
Irene aproximó su cuerpo al de su amado, y se hundió entre sus brazos. Ambos buscaron sus labios y se besaron.
Una ráfaga de aire fresco con olor a jazmín inundó la estancia, y ellos se fueron desvaneciendo poco a poco, abrazados y unidos para toda la eternidad.

FIN
Por Marisa Bazán. 1997