lunes, 31 de enero de 2011

UN DÍA DE LLUVIA



En este momento me encuentro sola y desde una ventana contemplo el paisaje. Hoy es un día de lluvia típico del mes de Abril en el cual nos encontramos. No hace frío, tampoco viento fuerte, tan solo se aprecia una suave y agradable brisa.
El cielo se muestra de color gris ceniza, uniforme, sin nubes que destaquen en él. De vez en cuando se ilumina cortado por los brillantes relámpagos.
Oigo piar a los pájaros, unos cobijados bajo las tejas de los edificios colindantes, otros en los recovecos de la deteriorada fachada. Veo algunos huecos y emplumados por la humedad resguardados en una ventana, dan saltitos y se apretujan unos contra otros, de vez en cuando se sacuden con fuerza, no se si porque tienen frío o es que intentan quitarse el agua que les ha mojado el plumaje.
En este momento la lluvia es bastante intensa, golpea con fuerza contra el asfalto formando burbujas en el suelo que poco a poco se va llenando de charcos.
Tras la cortina de agua distingo algunos árboles, el agua les ha lavado las hojas y ahora se muestran diferentes, con unos tronos verdes mas intensos que contrastan con el color rojizo que ha adquirido la tierra mojada.
Las altas hierbas, las malvas, amapolas, anémonas y margaritas silvestres se doblegan y bajan sus cabezas ante el peso y la fuerza de la lluvia.
Un largo trueno se escucha en la lejanía y me obliga a mirar de nuevo hacia el cielo. Respiro hondo, cierro los ojos y pienso en ti.
Me gustan los días de lluvia, tienen un encanto especial.
Llega hasta mi un agradable aroma a tierra mojada, es un olor que despierta en mi sensaciones y sentimiento románticos pero también una ligera melancolía.
Sueño despierta y mi ilusión en este instante sería que estuvieras aquí conmigo.
Nos imagino en la terraza, semiacostados en una gran hamaca, yo con mi espalda apoyada sobre tu pechos y tu abrazándome, dándome cariñosamente besitos en el cuello y susurrándome al oído, como siempre esas maravilosas palabras de amor que con tanta ternura me sabes decir. Tapados con una suave y ligera mantita y contemplando el paisaje y la tormenta, escuchando el sonido relajante de la lluvia, inundándonos del afrodisiaco olor de la tierra húmeda y disfrutando a la vez de un café con leche calentito, acurrucados el uno contra el otro, sin prisas, relajadamente, no importándonos el resto del mundo y sin prestar, por una vez, la mínima atención al reloj que tiene la mala costumbre de devolvernos siempre a la realidad de nuestras vidas.
Me encanta que me quieras y mas el dejarme querer por ti. Sabes el efecto que causas en mi cuando me dices cuanto me amas y lo que me necesitas, y sobre todo mi corazón y mi alma se derriten de amor y de pasión cuando me llamas perla o princesa.
Espero anhelante nuestro próximo encuentro para poder besarte, abrazarte y decirte cuanto también te amo, cuanto te echo de menos y cuanto te necesito yo a ti.
En una ocasión te dije que daría con gusto la mitad de los años que me quedan de vida por vivir el resto de ellos junto a ti, y ten por seguro que además de que entonces te lo dije sinceramente, sigo hoy pensando lo mismo y nada ni nadie en este mundo hará cambiar ese deseo.


Marisa, 1997
De mis escritos ("Cartas a un amor prohibido).

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