Miro por la ventana. Puedo sentir la suave brisa de la noche refrescando mi cara. Oigo el canto de unos grillos cercanos, y, en la lejanía, el ruido del tráfico de la ciudad.
Contemplo la ciudad iluminada que presenta un aspecto mágico y atrayente.
Intento localizar tu barrio, con la esperanza de ver una luz intensa que me haga señales, y me muestre dónde está tu casa. ¿Dónde estás, amor? No lo sé, pero lo que si sé es que ahora estás pensando en mí.
Miro hacia el cielo, pero no veo estrellas...¡Espera!...¡Sí, veo una!, solitaria, que supongo que es tu corazón, que siempre está conmigo.
El Pilar está iluminado, estoy esperando que comiencen los fuegos artificiales, pues ya he terminado mis tareas y no tengo nada que hacer.
Recuerdo el otro día, cuando abrazados los contemplamos juntos. Otra experiencia nueva. Me gustaría repetirla, pero esta vez rodeados de personas, en la calle, mezclados con el resto de la gente, disfrutando de nuestra mutua compañía y exhibiendo nuestro amor, sin miedo, sin tapujos. Haciéndoles participes de nuestra alegría y nuestro amor.
Han comenzado ya las maravillosas explosiones llenas de colorido, pero tan a penas me llega el sonido. Rojo, verde, amarillo, formando combinaciones llamativas. Grandes pompones multicolor, que explosionan dando lugar a cascadas de polvo plateado y de estrellas doradas. Fogonazos blancos y violetas, aros que se unen en el aire, lunas verdes y rojas... un espectáculo maravilloso.
El festival de luz ha terminado y queda como muestra de él una gran nube de humo sobre la ciudad, que se va desvaneciendo lentamente. Yo haría lo mismo, ahora, entre tus brazos, me iría desvaneciendo poco a poco, confundiéndome con tu cuerpo, hasta formar un único cuerpo, un solo alma, eso sí, lleno de ternura, amor, deseo y pasión.
Me voy a casa. Soñaré contigo, cielo mío.
Hoy te echo mucho de menos, ni siquiera me has llamado.
Marisa
1997 De mis escritos ("Cartas a un amor prohibido")
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